En los últimos meses de vida, muchas personas con cáncer no solo experimentan un debilitamiento físico severo, sino también una desconexión emocional y pérdida de motivación que suele ser desconcertante para sus familiares. Lejos de ser una simple respuesta psicológica al dolor y la enfermedad, una nueva investigación científica demuestra que existe una causa biológica concreta detrás de esta pérdida de voluntad: la inflamación en el cerebro. Este hallazgo arroja nueva luz sobre un fenómeno ampliamente observado pero poco comprendido, y abre la puerta a posibles tratamientos que mejoren la calidad de vida de los pacientes, incluso cuando la curación ya no es posible.
La apatía en los pacientes con cáncer: más que una cuestión emocional
Quienes han acompañado a seres queridos durante sus últimos días de vida por culpa del cáncer, lo han presenciado: esa progresiva pérdida de interés por el entorno, la comida, las visitas y, en general, por la vida misma. La apatía, entendida como la incapacidad de experimentar placer o motivación, se manifiesta incluso en pacientes que antes eran muy vitales y entusiastas. Lo más sorprendente es que esta transformación emocional no se origina solo en el estado de ánimo o en la desesperanza: hay un fundamento físico que ahora empieza a entenderse con más claridad.
Este fenómeno forma parte de una condición clínica conocida como cachexia, una dolencia severa que aparece con frecuencia en personas con cáncer en fases avanzadas. Se trata de una combinación devastadora de pérdida de peso extrema, degradación muscular y fatiga profunda, pero también incluye síntomas psicológicos importantes, como la anhedonia y el retraimiento social.
Los pacientes suelen expresar su desconcierto ante este cambio interno. “Muchos dicen cosas como: ‘No me reconozco. Mi familia preparó mi comida favorita, pero no tengo hambre. Mis nietos vienen a verme, y normalmente eso me alegraría, pero ahora no siento nada’”, explicó el investigador Tobias Janowitz, del Cold Spring Harbor Laboratory (CSHL).
Cachexia: el cuerpo se agota, el cerebro también
El equipo del Cold Spring Harbor Laboratory, en colaboración con científicos de la Washington University in St. Louis, estudió la cachexia desde un enfoque multidisciplinario. Aunque ya se sabía que la condición se asociaba con pérdida de masa muscular y peso, los investigadores se centraron esta vez en los efectos que tiene en el cerebro, especialmente en las regiones relacionadas con la motivación y la recompensa.
Trabajando con modelos animales, descubrieron que los ratones con cachexia producían niveles reducidos de dopamina, un neurotransmisor crucial que regula el placer y la motivación. A la vez, observaron un incremento en los niveles de la molécula proinflamatoria IL-6, la cual ya había sido asociada anteriormente con procesos cancerosos y con el desarrollo de la propia cachexia.
La dopamina cumple un papel esencial en el comportamiento motivado. Es el motor que nos impulsa a levantarnos de la cama, a disfrutar de una comida o a perseguir nuestras metas. Su disminución explica en gran medida por qué los pacientes con cáncer avanzando sienten que ya no tienen fuerzas para disfrutar de la vida.
Un circuito cerebral que bloquea la motivación
Los hallazgos no se detuvieron en esta asociación bioquímica. Los investigadores fueron más allá e identificaron un circuito cerebral específico que se activa ante la inflamación sistémica. Este circuito parece actuar como una especie de interruptor que desactiva el deseo de actuar, moverse o incluso interactuar. Cuando los científicos manipularon experimentalmente ese circuito (ya fuera reduciendo los niveles de IL-6 en zonas cerebrales específicas o elevando la dopamina), los ratones volvieron a mostrar conductas activas.
“Descubrimos un circuito cerebral que detecta la inflamación en la sangre y responde enviando señales que suprimen la motivación”, explicó Adam Kepecs, neurocientífico de la Washington University en St. Louis. “Esto demuestra que la apatía no es simplemente una respuesta emocional o psicológica al cáncer. Es una consecuencia biológica directa de la enfermedad en el cuerpo”.
Un nuevo horizonte para los cuidados paliativos
Uno de los aspectos más esperanzadores de esta investigación es que los cambios de comportamiento inducidos en los ratones ocurrieron incluso cuando la enfermedad estaba en una fase muy avanzada. Esto sugiere que las alteraciones en la motivación son potencialmente reversibles, lo que ofrece un nuevo enfoque para mejorar el bienestar de los pacientes.
“Lo más destacable es que incluso en animales gravemente enfermos, la motivación regresó cuando intervenimos en ese circuito cerebral”, afirmó Kepecs. “Eso nos da esperanza de que también podamos mejorar la calidad de vida de los pacientes humanos con cáncer, enfocándonos en este mismo mecanismo, incluso cuando la curación ya no es una opción”.
El estudio sugiere que tratar la inflamación cerebral podría tener efectos positivos no solo sobre el estado anímico, sino también sobre la efectividad de los tratamientos oncológicos. Según Janowitz, “nuestro objetivo es que los pacientes se sientan mejor y puedan responder mejor a las terapias. Si una persona se siente más fuerte mental y emocionalmente, puede tolerar mejor el tratamiento y obtener mayores beneficios de él”.
Medicamentos contra la inflamación: ¿una solución accesible?
Uno de los puntos más prometedores del hallazgo es la posibilidad de reutilizar medicamentos antiinflamatorios ya existentes para tratar la apatía en pacientes con cáncer avanzado. Si bien estos fármacos aún no han sido probados en este contexto específico en humanos, los resultados en animales abren la puerta a ensayos clínicos que podrían iniciarse en un futuro próximo.
La inflamación es una constante en muchos procesos patológicos, y en el caso del cáncer, no solo afecta al sistema inmunológico o a los tejidos donde se localiza el tumor, sino que llega al cerebro y modifica profundamente el comportamiento. Abordar esta inflamación desde una perspectiva farmacológica permitiría no solo aliviar los síntomas físicos, sino también los emocionales y motivacionales.
“Queremos que los pacientes puedan seguir conectados con lo que les importa, que puedan seguir disfrutando de su familia, de su música favorita o de un buen libro”, señaló Janowitz. “Incluso cuando la enfermedad no puede curarse, mejorar la calidad de vida es una meta valiosa”.
La ciencia como consuelo: entender que “no es culpa del paciente”
Más allá de las posibles aplicaciones clínicas, este descubrimiento también ofrece un importante consuelo psicológico tanto a pacientes como a sus familias. Saber que la apatía no es una señal de debilidad, ni una falta de ganas, sino una respuesta biológica concreta, puede aliviar el sentimiento de culpa o frustración que muchas personas experimentan.
“No es que los pacientes dejen de querer vivir por una decisión consciente o porque se han rendido”, puntualizó Janowitz. “Es el cáncer el que, a través de mecanismos bioquímicos, provoca un estado de desmotivación. Comprender esto puede cambiar profundamente la forma en que acompañamos a quienes atraviesan esta enfermedad”.
Un llamado a la investigación interdisciplinaria
El equipo de científicos planea seguir colaborando con especialistas en oncología, neurociencia, farmacología y cuidados paliativos para desarrollar tratamientos basados en este nuevo conocimiento. Aunque aún queda camino por recorrer antes de que estas terapias lleguen a los hospitales, el avance representa un cambio de paradigma en la forma de entender el sufrimiento emocional en el cáncer.
Al centrar la atención en el cerebro y en cómo la inflamación afecta su funcionamiento, los investigadores no solo explican un fenómeno observado desde hace décadas, sino que también ofrecen una nueva vía de intervención. La lucha contra el cáncer, al menos en su dimensión paliativa, podría incorporar en el futuro cercano enfoques que restauren la dignidad y el bienestar emocional de quienes enfrentan esta enfermedad devastadora.
Fuente: Xiaoyue Aelita Zhu朱晓悦 et al. ,A neuroimmune circuit mediates cancer cachexia associated apathy. Science388, eadm8857(2025). DOI: https://doi.org/10.1126/science.adm8857
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