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¿Por qué es contagioso el bostezo? Una mirada científica a un misterio social y evolutivo
miércoles, abril 23, 2025

¿Por qué es contagioso el bostezo? Una mirada científica a un misterio social y evolutivo

Persona bostezando con la mano sobre la boca, ilustrando el fenómeno del bostezo contagioso y su vínculo con la empatía y la conexión social.

El bostezo es un gesto humano universal, pero su carácter contagioso sigue intrigando a la ciencia. ¿Por qué no podemos evitar bostezar cuando vemos a alguien más hacerlo? Las respuestas se entrelazan con la biología, la empatía, la evolución y nuestras conexiones sociales más profundas.

Si alguna vez has tenido que contener un bostezo en una reunión tras ver a alguien más abrir la boca ampliamente y exhalar de forma sonora, no estás solo. El fenómeno del bostezo contagioso es tan común que, por mucho tiempo, se pensó que se trataba simplemente de una respuesta automática asociada al sueño o al aburrimiento. Sin embargo, investigaciones recientes revelan que esta reacción refleja mucho más que cansancio: está profundamente vinculada con procesos neuronales complejos, nuestras relaciones sociales e incluso mecanismos de supervivencia evolutivos.

Bostezar como reflejo de conexión social

El contagio del bostezo parece tener una raíz neurológica. Según explica el psiquiatra Dr. Charles Sweet, asesor médico de Linear Health, este comportamiento podría estar relacionado con el funcionamiento de las neuronas espejo, un tipo de célula cerebral que se activa al observar las acciones de otros. “Cuando ves a alguien bostezar, esas neuronas se activan”, afirma Sweet. Estas neuronas nos ayudan a reflejar emocionalmente los comportamientos y estados de quienes nos rodean, permitiéndonos comprender y, en cierto modo, ‘sentir’ lo que sienten los demás.

Esta hipótesis tiene respaldo en estudios que han encontrado que entre el 40 % y el 60 % de las personas imitan un bostezo al ver a otra hacerlo, incluso si solo es a través de un vídeo. Este porcentaje, aunque alto, también indica que no todos somos igual de susceptibles, lo cual ha llevado a los investigadores a explorar más a fondo las variables que modulan este fenómeno.

No todos contagian por igual: el papel del vínculo emocional

Una de las conclusiones más llamativas en este campo de estudio es que no todas las personas nos hacen bostezar con la misma facilidad. Las investigaciones apuntan a que la familiaridad es clave. Es decir, tendemos a bostezar más fácilmente cuando lo hace un amigo o un familiar que cuando lo hace un desconocido. Esta observación ha sido descrita como “el sesgo de familiaridad” y sugiere que el bostezo contagioso es más frecuente entre individuos que mantienen una relación cercana.

El especialista en biología del comportamiento Andrew Gallup, docente de la Universidad Johns Hopkins, sostiene que “las personas prestan naturalmente más atención a quienes pertenecen a sus propios círculos sociales”. Según Gallup, este aumento de atención podría explicar por qué el bostezo se transmite más fácilmente entre personas unidas emocionalmente. La atención que damos a los demás no es uniforme, y esto afecta nuestras respuestas automáticas, como el bostezo.

Este patrón no se limita a los humanos. En un estudio publicado la revista Animals, de la editorial MDPI, Gallup y su equipo demostraron que los perros también son más propensos a bostezar si ven a sus dueños hacerlo, comparado con la misma acción realizada por personas desconocidas. Este hallazgo refuerza la idea de que el contagio del bostezo está ligado al reconocimiento social y la empatía, incluso en especies diferentes a la nuestra.

Bostezar, ¿una señal de empatía?

¿Podría entonces el bostezo contagioso ser una forma primitiva de empatía? Esta es una pregunta que ha capturado la atención de numerosos científicos. La idea es seductora: si bostezamos al ver a alguien más hacerlo, podría significar que nuestro cerebro está resonando con el suyo, que compartimos su estado fisiológico de forma automática. Algunos estudios han confirmado esta correlación: las personas más empáticas parecen ser también más susceptibles al bostezo contagioso.

Sin embargo, los datos no siempre son concluyentes. En una revisión publicada en Brain Imaging and Behavior, los autores señalan que si bien algunos experimentos encontraron una relación entre el nivel de empatía y la propensión a bostezar ante otros, otros estudios no lograron demostrar ese vínculo con claridad. Por tanto, si bien la empatía podría ser un factor, no parece ser el único ni el determinante universal.

Un dato que sí parece respaldar esta línea es que las personas con rasgos psicopáticos tienden a bostezar menos cuando ven a otros hacerlo. La psicopatía se asocia con un déficit en la empatía emocional, y esta menor reactividad al bostezo puede ser un reflejo de esa desconexión afectiva. Aunque aún se debate si esta diferencia tiene un origen exclusivamente neurológico o si está condicionada por el entorno y la experiencia, los hallazgos son consistentes con la idea de que el bostezo contagioso no es simplemente una respuesta muscular involuntaria, sino una reacción influida por la sensibilidad interpersonal.

Una función evolutiva: mantenernos alerta como grupo

Más allá de su vínculo social, los científicos también han propuesto que el bostezo (especialmente su versión contagiosa) puede haber evolucionado como una herramienta para reforzar la vigilancia grupal. En investigaciones como las llevadas a cabo por Gallup y sus colegas, se ha propuesto que bostezar ayuda a enfriar el cerebro, lo cual a su vez incrementa la alerta y mejora la capacidad de procesamiento mental.

“Si el bostezo se propaga dentro de un grupo, podría ayudar a elevar la conciencia del peligro de todos sus miembros”, escribieron los investigadores. Esta función tendría una clara ventaja adaptativa: si uno de los miembros del grupo detecta una amenaza y, como reflejo, bosteza, ese gesto se esparce entre los demás, preparándolos también para responder. Esta hipótesis posiciona al bostezo como una herramienta evolutiva colectiva, no meramente individual.

Asimismo, el bostezo podría tener una función sincronizadora. Dado que muchas veces ocurre durante transiciones entre estados (por ejemplo, al despertar o antes de dormir), su carácter contagioso podría haber servido para coordinar comportamientos grupales como el descanso o el inicio de actividades colectivas. Gallup sugiere que el bostezo podría facilitar la sincronización social, ayudando a que los integrantes de un grupo alineen sus ritmos y rutinas.

Más allá del ser humano: el bostezo en otras especies

El fenómeno del bostezo contagioso no es exclusivo de los humanos. Diversas especies animales han demostrado comportamientos similares. En un artículo publicado por la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos, se recopilan estudios observacionales en los que animales como chimpancés, lobos y hasta focas elefantes presentan signos de contagio del bostezo. Estos casos se dan más a menudo entre individuos socialmente cercanos, lo que sugiere que el fenómeno no solo está presente, sino que podría tener una función social compartida evolutivamente.

Estos resultados refuerzan la teoría de que el bostezo, y especialmente su contagio, es una herramienta de comunicación no verbal con profundas raíces evolutivas. Si se presenta en especies tan distintas como humanos y focas, su utilidad debe haber ofrecido ventajas significativas a lo largo del tiempo.

¿Por qué algunos bostezan más que otros?

Una de las preguntas que persiste es por qué algunas personas son más propensas que otras a bostezar cuando ven a alguien hacerlo. Las diferencias pueden deberse a múltiples factores: desde variaciones en la estructura cerebral hasta experiencias personales o niveles de empatía. También se ha planteado que las diferencias culturales podrían tener un rol, aunque esto requiere más investigación.

En experimentos realizados bajo condiciones controladas, los investigadores observaron que incluso factores como la edad influyen. Los niños pequeños, por ejemplo, no suelen mostrar respuestas de bostezo contagioso hasta los cuatro o cinco años, momento en que comienzan a desarrollar capacidades empáticas más complejas. Esto podría indicar que la aparición del bostezo contagioso está vinculada con el desarrollo social y cognitivo.

Un reflejo más complejo de lo que parece

En suma, el bostezo contagioso es mucho más que una respuesta automática al aburrimiento o al cansancio. Está mediado por complejos mecanismos cerebrales, se ve influenciado por nuestras relaciones sociales y podría haber evolucionado como una herramienta colectiva para coordinar comportamientos y aumentar la alerta frente al peligro. Si bien aún no existe un consenso definitivo sobre todas sus causas, lo que sí es evidente es que el bostezo contagioso ofrece una ventana fascinante a la interacción entre biología, mente y sociedad.

Lejos de ser una simple anécdota cotidiana, el acto de bostezar revela aspectos profundos sobre cómo nos conectamos con los demás, cómo interpretamos sus acciones y cómo nuestras respuestas automáticas pueden haber sido moldeadas por millones de años de evolución social.

Referencias

Gallup, A.C., Meyers, K. Seeing others yawn selectively enhances vigilance: an eye-tracking study of snake detection. Anim Cogn 24, 583–592 (2021). https://doi.org/10.1007/s10071-020-01462-4

Gallup, A. C., & Wozny, S. (2022). Interspecific Contagious Yawning in Humans. Animals : an open access journal from MDPI, 12(15), 1908. https://doi.org/10.3390/ani12151908

Norscia, I., Zanoli, A., Gamba, M., & Palagi, E. (2020). Auditory Contagious Yawning Is Highest Between Friends and Family Members: Support to the Emotional Bias Hypothesis. Frontiers in psychology, 11, 442. https://doi.org/10.3389/fpsyg.2020.00442

Romero T, Konno A, Hasegawa T (2013) Familiarity Bias and Physiological Responses in Contagious Yawning by Dogs Support Link to Empathy. PLOS ONE 8(8): e71365. https://doi.org/10.1371/journal.pone.0071365

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