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¿Podemos imaginar un futuro sin pesticidas dañinos?
sábado, abril 05, 2025

¿Podemos imaginar un futuro sin pesticidas dañinos?

Agricultor rociando pesticidas sobre un campo de cultivo al atardecer, simbolizando el uso intensivo de químicos en la agricultura moderna

Los pesticidas peligrosos amenazan la salud humana y la biodiversidad global. Aunque existen avances prometedores en alternativas, una transformación agrícola sin estas sustancias aún parece distante. ¿Qué impide una eliminación efectiva de estos químicos?

En todo el mundo, científicos, ambientalistas y ciudadanos se preguntan si es posible producir alimentos sin depender de pesticidas perjudiciales. Estas sustancias químicas, diseñadas para proteger cultivos de plagas y enfermedades, también generan graves consecuencias para el ambiente y la salud pública. Desde su acumulación en la cadena alimentaria hasta su presencia en el agua dulce, los pesticidas persistentes, móviles, bioacumulativos y tóxicos (conocidos como PMBT) están en el centro de una controversia global que no da señales de terminar.

Aunque el uso de estos productos ha disminuido en algunos países gracias a la presión regulatoria y a la innovación tecnológica, la eliminación total de los pesticidas más peligrosos sigue siendo una meta lejana. Las razones detrás de este estancamiento son múltiples: la falta de alternativas escalables y económicas, la dependencia estructural de los agricultores, el débil cumplimiento de normas ambientales y la influencia de poderosos lobbies agrícolas. En este contexto, la pregunta que persiste es: ¿podremos algún día cultivar sin recurrir a pesticidas dañinos?

El costo ambiental de seguir igual

El impacto de los pesticidas sobre el medioambiente ha sido documentado en una amplia variedad de estudios científicos. Un metaanálisis de 1705 investigaciones, publicado en Nature Communications en 2025, advierte que estos productos químicos contribuyen significativamente a la pérdida de biodiversidad en ecosistemas agrícolas y naturales. Las especies más afectadas incluyen no solo insectos polinizadores, sino también aves, peces, mamíferos y microorganismos esenciales para el equilibrio ecológico.

Los compuestos PMBT son especialmente preocupantes por sus propiedades: son persistentes (no se degradan fácilmente), móviles (se diseminan con rapidez en el agua y el aire), bioacumulativos (se concentran en organismos vivos) y tóxicos incluso en bajas concentraciones. En muchos casos, estos productos llegan a ríos y acuíferos a través de la escorrentía, poniendo en riesgo el suministro de agua potable y afectando a la fauna acuática.

Además de la contaminación del entorno, los residuos de pesticidas en frutas, verduras y cereales representan un riesgo para la salud humana. Aunque los niveles suelen estar dentro de los márgenes legales, estudios advierten sobre los efectos a largo plazo de la exposición crónica, como disrupciones hormonales, problemas reproductivos y ciertos tipos de cáncer.

¿Por qué los agricultores siguen usándolos?

A pesar de los riesgos conocidos, el uso de pesticidas sigue siendo una práctica común en la agricultura mundial. Una de las razones principales es la necesidad de mantener altos niveles de productividad. La evidencia científica muestra que los cultivos orgánicos, incluso bajo condiciones óptimas, producen en promedio un 13 % menos que los convencionales, según un estudio citado por Nature. Esta diferencia puede significar pérdidas económicas significativas para los agricultores, especialmente en un contexto global de creciente demanda alimentaria.

En el caso de cultivos vulnerables como la papa, dejar de aplicar fungicidas puede resultar devastador. Una enfermedad como la causada por Phytophthora infestans (el hongo responsable de la devastadora hambruna irlandesa del siglo XIX) aún representa una seria amenaza. Aunque existen variedades genéticamente modificadas resistentes a esta enfermedad, su adopción es limitada debido al alto coste, la falta de acceso tecnológico y la desconfianza de la sociedad hacia los transgénicos.

Por ello, el abandono de pesticidas sin una solución alternativa viable podría comprometer la seguridad alimentaria y el sustento de millones de pequeños y medianos agricultores. “El uso de pesticidas no es una elección sencilla para los agricultores. Muchas veces es la única opción viable que tienen para garantizar una cosecha rentable”, afirman expertos del sector.

Cifras que preocupan

En los Países Bajos, uno de los líderes en agricultura intensiva de Europa, el uso de pesticidas experimentó una reducción notable entre 2016 y 2020. Según el Centraal Bureau voor de Statistiek (CBS), en 2016 se utilizaron 5,7 millones de kilos de pesticidas, cifra que bajó a 5 millones en 2020. Sin embargo, en 2021 volvió a subir drásticamente hasta alcanzar los 9,4 millones de kilos.

Este repunte podría estar vinculado a un fenómeno alarmante: la reclasificación de ciertos pesticidas como medicamentos veterinarios. Johan van Leeuwen, investigador en hidrogeología de la Universidad de Utrecht, advierte que “muchas sustancias prohibidas en la agricultura están siendo vendidas como productos veterinarios y terminan igualmente en el medioambiente, sin aparecer en las estadísticas oficiales de pesticidas”. Esta laguna regulatoria dificulta una evaluación real del progreso hacia la reducción del uso de químicos peligrosos.

El CBS continúa investigando los datos correspondientes a 2024, pero las proyecciones no son alentadoras. Mientras tanto, la meta europea de reducir a la mitad el uso de pesticidas para 2030 parece cada vez más inalcanzable.

¿Prohibirlos por completo?

La idea de prohibir los pesticidas más dañinos suena razonable desde el punto de vista ecológico, pero técnicamente es casi imposible de implementar sin consecuencias graves para el sistema alimentario. Herbicidas, insecticidas y fungicidas cumplen funciones esenciales en el control de malezas, plagas y enfermedades. Su eliminación abrupta podría reducir drásticamente la productividad agrícola, incrementar los costos de producción y poner en riesgo el suministro de alimentos.

Además, las soluciones alternativas, como la mejora genética de cultivos, la rotación de cultivos o el uso de insectos beneficiosos, aún no están disponibles a gran escala o requieren inversiones significativas que muchos agricultores no pueden asumir. “Las tecnologías existen, pero no hay suficientes subsidios ni políticas que permitan implementarlas de forma masiva”, sostiene Van Leeuwen.

¿Qué soluciones propone Europa?

La organización Foodwatch ha lanzado duras críticas al actual sistema de autorización de pesticidas en la Unión Europea. En su informe de 2022, la ONG denuncia que muchas sustancias son aprobadas sin evaluar adecuadamente sus impactos acumulativos en la salud y el ambiente. Además, señala que se permite el uso de pesticidas para fines cosméticos, como hacer que los vegetales se vean más atractivos, o para acelerar el crecimiento de cereales, lo que considera innecesario.

Foodwatch propone un enfoque completamente distinto: establecer un nuevo marco legal que limite al máximo los residuos químicos en los alimentos, prohíba la publicidad de pesticidas (como se hizo con el tabaco) y promueva técnicas de control biológico. “Los cultivos que solo pueden desarrollarse mediante el uso intensivo de productos tóxicos ya no deberían formar parte de nuestra agricultura”, sostiene la organización.

Entre sus recomendaciones también se incluye la inversión en investigación para desarrollar variedades resistentes a plagas y enfermedades, y la educación de los agricultores en prácticas agroecológicas más sostenibles.

¿Qué alternativas existen?

Una de las estrategias más prometedoras es el manejo integrado de plagas, o Integrated Pest Management (IPM). Este enfoque propone una combinación de prácticas que priorizan la prevención y el monitoreo antes que la intervención química. Bajo IPM, los pesticidas solo se utilizan como último recurso y siempre en dosis mínimas, una vez que se ha superado un umbral económico de daño.

Otro avance destacado es la agricultura de precisión, que emplea tecnologías como sensores, inteligencia artificial y drones para aplicar pesticidas únicamente en las zonas necesarias, reduciendo el uso total. Además, algunas innovaciones buscan reemplazar por completo el uso de herbicidas. Un ejemplo es el proyecto europeo WeLASER, que ha desarrollado un sistema robótico capaz de identificar y eliminar malezas utilizando rayos láser.

Aunque todavía no está disponible comercialmente, iniciativas similares como la LaserWeeder de Carbon Robotics ya están siendo adoptadas por algunos agricultores pioneros. Adrie van den Einden, un productor holandés, invirtió 1,4 millones de euros en esta tecnología. “Es un monto elevado, pero no quiero una solución a medias”, declaró en una entrevista.

Las verdaderas barreras: economía y política

Más allá de la ciencia y la tecnología, los mayores obstáculos para una agricultura libre de pesticidas parecen ser sociales y políticos. Según Foodwatch, los intereses económicos de grandes corporaciones y la influencia de sus lobbies dificultan la implementación de cambios estructurales. También existe una falta de voluntad política para establecer normas más estrictas y ofrecer apoyo financiero a los agricultores que deseen cambiar sus prácticas.

Johan van Leeuwen coincide en que “no se está invirtiendo lo suficiente en el desarrollo de soluciones accesibles y eficaces que puedan aplicarse a gran escala”. De hecho, menciona que el mismo problema se presenta en otras transiciones necesarias, como el abandono de los productos con PFAS. “Cerrar el grifo parece una obviedad, pero sin alternativas reales, esa decisión es prácticamente inviable”, afirma.

¿Hay esperanza?

La respuesta corta es sí, pero no inmediata. Existe consenso en que será necesario un cambio estructural en la forma en que producimos alimentos si queremos reducir o eliminar el uso de pesticidas peligrosos. Este cambio requiere inversión, educación, regulación y una profunda transformación cultural. Las soluciones tecnológicas existen, pero no están al alcance de todos. Mientras tanto, la agricultura sigue dependiendo de sustancias que, aunque efectivas a corto plazo, comprometen nuestro futuro ecológico y sanitario.

El objetivo europeo de reducir a la mitad el uso de pesticidas para 2030 representa una oportunidad crucial para acelerar este cambio. Pero lograrlo dependerá no solo de la innovación científica, sino también del coraje político y del compromiso social por transformar un sistema que, hoy por hoy, se sostiene con productos cuya toxicidad ya no podemos ignorar.

Fuente: Seufert, V., Ramankutty, N. & Foley, J. Comparing the yields of organic and conventional agriculture. Nature 485, 229–232 (2012). https://doi.org/10.1038/nature11069

Fuente: Wan, NF., Fu, L., Dainese, M. et al. Pesticides have negative effects on non-target organisms. Nat Commun 16, 1360 (2025). https://doi.org/10.1038/s41467-025-56732-x

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