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¿Medicamentos en el agua? La migración del salmón juvenil se acelera, pero el impacto podría ser preocupante
martes, abril 15, 2025

¿Medicamentos en el agua? La migración del salmón juvenil se acelera, pero el impacto podría ser preocupante

Medicamentos en ríos alteran la migración del salmón y amenazan su equilibrio natural

Un nuevo estudio internacional revela que residuos de medicamentos en ríos europeos están alterando profundamente el comportamiento del salmón atlántico juvenil. Aunque parecen nadar más rápido hacia el mar, los científicos advierten sobre consecuencias ecológicas inquietantes.

Durante décadas, el salmón atlántico ha sido un emblema de la lucha por la conservación de la fauna silvestre en Europa y América del Norte. Pero ahora, un nuevo y amplio estudio encabezado por investigadores de Suecia y Australia ha arrojado luz sobre un fenómeno inesperado: residuos de medicamentos comúnmente usados en humanos están modificando la conducta de estos peces durante una de las etapas más críticas de su vida, su migración hacia el mar.

Los resultados, publicados en la revista Science, constituyen la investigación más extensa hasta la fecha sobre los efectos de contaminantes farmacéuticos en ríos naturales sobre el comportamiento migratorio del salmón. El hallazgo más llamativo es que el clobazam, un medicamento ansiolítico utilizado frecuentemente como somnífero, puede inducir un comportamiento migratorio acelerado en jóvenes salmones, permitiéndoles superar más rápidamente obstáculos como presas y centrales hidroeléctricas.

Clobazam: el insospechado catalizador de una migración exprés

El estudio reveló que pequeñas cantidades de clobazam alteraron significativamente el patrón migratorio del salmón atlántico juvenil, también conocido como Salmo salar. Estos peces, normalmente prudentes ante obstáculos como represas, mostraron un comportamiento acelerado bajo los efectos del medicamento. “Los jóvenes salmones migraron como un rayo hacia el mar”, explican los autores en el artículo científico. Lo más sorprendente fue que los peces, que suelen encontrar dificultades al enfrentarse a estructuras artificiales en los ríos, atravesaron esas barreras de forma más rápida y eficiente.

Este comportamiento fue observado en el contexto de un experimento natural, algo inusual en este tipo de estudios. A diferencia de las investigaciones previas, que normalmente se realizaban en laboratorios o entornos controlados, esta vez se optó por analizar directamente la conducta de los peces en su hábitat natural. Para ello, los investigadores insertaron dispositivos de rastreo por GPS junto con implantes que liberaban lentamente medicamentos en el organismo de los peces.

Los salmones partieron desde la ribera del río Dalälven, ubicado a unos 100 kilómetros al norte de Estocolmo, en Suecia, y se desplazaron hacia el mar Báltico. Se evaluaron distintos grupos: algunos fueron expuestos al clobazam, otros a tramadol (un conocido analgésico) y un tercer grupo actuó como control. Los resultados mostraron claramente que los peces expuestos a clobazam no solo se desplazaban más rápido, sino que también mostraban comportamientos atípicos en otros aspectos.

Un cambio de conducta con implicaciones profundas

El doctor Marcus Michelangeli, investigador principal del Australian Rivers Institute, es tajante respecto al alcance del problema. “Hay más de 900 medicamentos diferentes detectados en aguas de todo el mundo”, señaló. Muchos de ellos, como los ansiolíticos, antidepresivos y analgésicos, actúan directamente sobre el sistema nervioso. Su presencia en el agua, aunque en concentraciones bajas, puede tener un efecto importante sobre animales acuáticos.

Uno de los aspectos más reveladores del estudio es el impacto sobre el comportamiento social del salmón. Los investigadores observaron que los peces expuestos al clobazam tendían a dispersarse más, reduciendo su interacción en grupo, lo que podría tener consecuencias negativas para su supervivencia. “Parecía que su capacidad de evaluar riesgos también estaba alterada”, comentó Michelangeli. Este tipo de descoordinación puede aumentar su vulnerabilidad frente a depredadores o a condiciones adversas del entorno.

Lo más alarmante es que estos cambios no necesariamente son evidentes a primera vista. Aunque un observador casual podría interpretar la migración acelerada como algo positivo, los científicos insisten en que se trata de una señal de disfunción. “Cada alteración del comportamiento natural tiene efectos en cascada sobre la especie y su entorno. El equilibrio ecológico se ve comprometido, y eso puede tener consecuencias impredecibles”, advirtió Michelangeli.

Medicinas humanas, peces salvajes

La presencia de medicamentos en ríos y lagos no es un fenómeno nuevo, pero su impacto en organismos silvestres ha recibido atención creciente en los últimos años. El principal canal de entrada de estos compuestos a los ecosistemas acuáticos es el sistema de aguas residuales. Cuando las personas consumen medicamentos, parte de los compuestos activos no se metaboliza por completo y termina siendo eliminada por la orina. Aunque las plantas de tratamiento intentan eliminar estos residuos, muchas no están equipadas para filtrar eficientemente fármacos neuroactivos como clobazam o tramadol.

A esto se suma el problema de la eliminación inadecuada de medicamentos caducados, que frecuentemente son arrojados por el desagüe o al inodoro. Con el tiempo, estas prácticas han contribuido a una contaminación farmacéutica difusa pero persistente, incluso en ríos remotos.

Michelangeli subraya que los peces no están expuestos a una sola sustancia, sino a una combinación de muchas. “Cuando consideras que los ecosistemas están expuestos simultáneamente a una variedad de compuestos, desde antidepresivos hasta analgésicos, se vuelve extremadamente complejo sacar conclusiones claras y predecir los efectos a largo plazo”, explica.

Ecosistemas alterados: más allá del salmón

El salmón atlántico no es el único organismo que podría estar siendo afectado por esta contaminación invisible. De hecho, estudios previos han documentado alteraciones similares en otras especies acuáticas. Por ejemplo, se han observado peces que se vuelven más atrevidos, menos temerosos de los depredadores o incluso que cambian sus hábitos de alimentación y reproducción.

En este contexto, el estudio publicado en Science representa un avance importante, ya que combina observación en un entorno natural con tecnología de rastreo de alta precisión. El enfoque, además, permite extrapolar los hallazgos a otros escenarios geográficos. Las centrales hidroeléctricas, por ejemplo, son comunes en muchas regiones de Europa y América del Norte, y la exposición de peces migratorios a residuos farmacéuticos podría estar ocurriendo en múltiples cuencas fluviales del planeta.

Para especies migratorias como el salmón, que ya enfrentan múltiples desafíos como la sobrepesca, la pérdida de hábitat y el cambio climático, este nuevo factor añade una capa de complejidad adicional. “Estamos viendo que incluso niveles muy bajos de contaminación pueden interferir en momentos críticos del ciclo de vida”, indicó Michelangeli.

¿La solución está en la química verde?

Pese a lo preocupante de los hallazgos, los investigadores también ofrecen una dosis de esperanza. La solución, en parte, podría venir de la mano de la “química verde”: el desarrollo de fármacos que se degraden más rápidamente una vez que han cumplido su función terapéutica. Esto permitiría reducir significativamente su impacto ambiental.

Además, se están implementando nuevas tecnologías de tratamiento de aguas residuales que pueden mejorar la capacidad de filtrar residuos farmacéuticos. Michelangeli cree que estos avances son fundamentales para revertir la tendencia actual. “Las plantas de tratamiento deben modernizarse para enfrentarse a este tipo de contaminantes emergentes. Ya no basta con eliminar bacterias y materia orgánica”, señala.

Asimismo, considera que se necesita una mayor conciencia pública sobre el destino de los medicamentos y su correcto desecho. “Lo que tiramos al inodoro puede terminar afectando a toda una población de peces en otro continente. Es una cadena que no solemos ver, pero está ahí”, afirma.

Perspectivas para la ciencia y la política ambiental

El estudio deja claro que la contaminación farmacéutica es un desafío multidisciplinario. Involucra no solo a biólogos y ecologistas, sino también a farmacéuticos, ingenieros, responsables políticos y al público en general. La necesidad de soluciones integradas y sostenibles es urgente, especialmente si se quiere proteger la biodiversidad acuática y los servicios ecosistémicos de los ríos y lagos del mundo.

Mientras tanto, investigaciones como la liderada por Michelangeli y su equipo continúan aportando pruebas cruciales sobre cómo incluso las concentraciones más bajas de medicamentos pueden provocar cambios profundos en el comportamiento animal. En el caso del salmón atlántico, un pez que ya se encuentra en declive en muchos lugares, esta alteración podría suponer la diferencia entre la recuperación y la extinción local.

Lo que inicialmente podría parecer un beneficio (una migración más rápida y eficiente) puede esconder una perturbación más profunda y sistémica. Y como en tantos otros aspectos de la ecología, lo que beneficia al individuo en el corto plazo no siempre es bueno para la especie o el ecosistema en el largo plazo.

Fuente: Jack A. Brand et al., Pharmaceutical pollution influences river-to-sea migration in Atlantic salmon (Salmo salar). Science388, 217-222 (2025). DOI: https://doi.org/10.1126/science.adp7174

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