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Las hormonas femeninas pueden producir opioides que alivian el dolor de forma natural
lunes, abril 07, 2025

Las hormonas femeninas pueden producir opioides que alivian el dolor de forma natural

¿Pueden los cuerpos femeninos producir su propia morfina? Una nueva vía para tratar el dolor crónico

La ciencia acaba de revelar un sorprendente mecanismo que convierte a ciertas células del sistema inmune femenino en fábricas de opioides naturales. El hallazgo podría cambiar el rumbo de los tratamientos para el dolor crónico y explica por qué mujeres y hombres responden distinto a ciertos analgésicos.

Un estudio reciente realizado por investigadores de la Universidad de California en San Francisco (UCSF), y publicado en la revista Science, ha descubierto un mecanismo hasta ahora desconocido por el cual los cuerpos femeninos pueden producir su propio analgésico natural. Esta capacidad se activa gracias a la acción combinada de dos hormonas sexuales femeninas (el estrógeno y la progesterona) y un tipo especial de células inmunitarias llamadas células T reguladoras (Tregs). Estas células, ubicadas en una zona del sistema nervioso central hasta ahora poco estudiada en el contexto del dolor, son capaces de generar opioides naturales que inhiben la transmisión de señales dolorosas al cerebro.

El descubrimiento no solo abre nuevas puertas a tratamientos para el dolor crónico, una afección que afecta a millones de personas en el mundo, sino que también aporta respuestas a una incógnita médica de larga data: ¿por qué los tratamientos para el dolor funcionan de manera diferente en mujeres y hombres?

Un mecanismo endógeno de analgesia vinculado a las hormonas femeninas

La investigación de UCSF reveló que los cuerpos femeninos son capaces de fabricar sus propios opioides endógenos (sustancias similares a la morfina, como la encefalina) mediante la activación hormonal de células inmunitarias específicas ubicadas cerca de la médula espinal. Esta activación ocurre gracias a la acción de los estrógenos y la progesterona, hormonas que, hasta ahora, no habían sido relacionadas directamente con funciones analgésicas de este tipo.

En concreto, estas hormonas estimulan a las células T reguladoras (Tregs), una subclase de linfocitos que normalmente cumplen funciones inmunológicas como el control de la inflamación. El equipo liderado por la investigadora Elora Midavaine descubrió que, en mujeres, estas células adoptan una función completamente distinta: la producción de opioides naturales para bloquear el dolor.

“Es muy llamativo que estas células sean influenciadas por las hormonas sexuales femeninas”, explicó Midavaine. “No tiene nada que ver con su función inmunológica habitual”.

Este mecanismo ocurre en las meninges, las delgadas membranas que envuelven al cerebro y a la médula espinal. Estas estructuras, tradicionalmente consideradas como simples capas de protección física y drenaje de desechos, han comenzado a revelarse como verdaderos centros de actividad inmunológica y neurológica. En este caso, las Tregs localizadas en las meninges del extremo inferior de la médula espinal demostraron tener una densidad y una actividad particularmente alta en hembras de ratón.

Una comunicación insospechada entre el sistema inmune y las neuronas del dolor

Una de las revelaciones más importantes del estudio es que las meninges no solo cumplen una función de barrera física o inmunológica, sino que también pueden actuar como puntos de interacción directa entre el sistema inmunológico y el sistema nervioso.

“Ahora demostramos que el sistema inmunitario utiliza las meninges para comunicarse con las neuronas que detectan el dolor”, dijo el investigador Sakeen Kashem. “Esto era desconocido hasta ahora”.

Hasta hace pocos años, se pensaba que las meninges eran poco más que envoltorios protectores. Sin embargo, estudios recientes comenzaron a mostrar que en estas estructuras también habitan células inmunes especializadas, capaces de detectar y modular procesos que ocurren en el sistema nervioso central. Este estudio lleva esa idea más allá: muestra que el sistema inmune no solo responde al daño, sino que también puede producir directamente sustancias analgésicas bajo ciertas condiciones hormonales.

Esta conexión directa entre hormonas sexuales, células inmunes y circuitos del dolor abre una nueva dimensión en el entendimiento del dolor crónico, una afección que afecta de manera desproporcionada a las mujeres, especialmente después de la menopausia, cuando disminuyen los niveles de estrógeno y progesterona.

Experimentos con ratones revelan una respuesta femenina al dolor

Para entender cómo funcionaba este mecanismo, los investigadores realizaron una serie de experimentos con ratones de laboratorio. Inyectaron una toxina específica para eliminar las células Tregs localizadas en las meninges espinales, observando luego la respuesta de los animales ante estímulos dolorosos.

El resultado fue sorprendente: las hembras sin Tregs experimentaron un aumento significativo en la percepción del dolor, mientras que los machos no mostraron ningún cambio relevante.

“Nos miramos unos a otros con asombro ante este resultado tan fascinante”, relató Kashem. “Al principio, ni siquiera lo creía. Era muy escéptico”.

Este hallazgo demostró que las células Tregs en las hembras estaban cumpliendo una función esencial en la regulación del dolor, que no se observa en los machos. Al examinar más profundamente, los científicos encontraron que estas células, bajo la influencia de las hormonas sexuales femeninas, eran responsables de producir encefalina, un opioide endógeno que actúa bloqueando las señales dolorosas antes de que lleguen al cerebro.

Aunque el mecanismo preciso por el cual las hormonas inducen esta respuesta aún no se comprende completamente, los investigadores sostienen que su identificación ya es suficiente para abrir una nueva vía terapéutica.

Aplicaciones clínicas: una nueva vía para tratar el dolor crónico

El impacto clínico de este hallazgo podría ser significativo, especialmente para los tratamientos del dolor crónico, una afección que afecta a más del 20 % de los adultos en Estados Unidos, según datos recientes. Muchos de estos pacientes no encuentran alivio en los tratamientos actuales, y la mayoría de los analgésicos disponibles, como la morfina, el fentanilo o el tramadol, presentan riesgos considerables de dependencia y efectos adversos.

Esta nueva comprensión del papel de las hormonas sexuales en la regulación inmunológica del dolor podría permitir el desarrollo de tratamientos que estimulen este mecanismo natural, reduciendo así la necesidad de opioides sintéticos.

En el corto plazo, los médicos podrían utilizar este conocimiento para personalizar mejor los tratamientos del dolor, teniendo en cuenta el sexo del paciente y su estado hormonal. Por ejemplo, ya se sabe que ciertos medicamentos para la migraña funcionan mejor en mujeres que en hombres, pero no se comprendía bien por qué. Este estudio ofrece una posible explicación fisiológica.

Además, mujeres en la etapa posmenopáusica, que ya no producen estrógeno ni progesterona de forma natural, podrían beneficiarse de tratamientos diseñados para reactivar o reemplazar este circuito analgésico.

¿Células Tregs reprogramadas para fabricar opioides?

En la última fase del estudio, los investigadores comenzaron a explorar la posibilidad de modificar genéticamente a las células Tregs para convertirlas en verdaderas “fábricas” de encefalina. La idea sería lograr que estas células produzcan opioides naturales de forma constante, sin necesidad de estímulos hormonales.

“Casi el 20 % de los estadounidenses sufre de dolor crónico que no tiene un tratamiento eficaz”, afirmó el investigador Allan Basbaum. “Si logramos convertir a las Tregs en fábricas estables de encefalina, sería un avance de gran valor”.

Este enfoque, aunque aún se encuentra en una etapa muy preliminar, podría representar un giro radical en la forma en que abordamos el dolor crónico. En lugar de depender de fármacos externos, el cuerpo podría ser inducido a producir su propia medicina, de forma segura y sostenida.

Implicancias para la medicina de género

Más allá de sus posibles aplicaciones terapéuticas, el estudio también tiene profundas implicancias para la medicina de género. Durante décadas, la investigación médica ha estado centrada principalmente en cuerpos masculinos, lo que ha llevado a una comprensión limitada de cómo ciertas enfermedades afectan de manera distinta a mujeres y hombres.

Este trabajo demuestra que las diferencias biológicas no se limitan a niveles hormonales o estructuras anatómicas, sino que se extienden a mecanismos celulares y moleculares que afectan directamente la percepción del dolor.

Comprender cómo interactúan las hormonas sexuales con el sistema inmune para modular la señalización del dolor podría ayudar a cerrar brechas históricas en la investigación médica y garantizar un tratamiento más equitativo y efectivo para todas las personas.

Fuente: Élora Midavaine et al. ,Meningeal regulatory T cells inhibit nociception in female mice.Science388,96 104(2025). DOI: https://doi.org/10.1126/science.adq6531

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