Un estudio reciente ha demostrado que observar escenas naturales no solo disminuye la percepción subjetiva del dolor, sino que también modifica la actividad cerebral asociada con su procesamiento. Investigadores de la Universidad de Viena y la Universidad de Exeter utilizaron imágenes por resonancia magnética funcional (fMRI) para analizar cómo la exposición visual a la naturaleza afecta la forma en que el cerebro responde al dolor.
Un hallazgo con décadas de historia
Hace más de 40 años, el investigador estadounidense Roger Ulrich descubrió que los pacientes hospitalizados con vistas a áreas verdes necesitaban menos analgésicos y se recuperaban más rápido que aquellos cuyas habitaciones daban a una pared de ladrillos. Desde entonces, múltiples estudios han respaldado la idea de que la naturaleza tiene un impacto positivo en la percepción del dolor, pero los mecanismos biológicos detrás de este efecto seguían sin estar claros.
El nuevo estudio, publicado en Nature Communications, proporciona por primera vez evidencia clara de cómo los entornos naturales influyen en la actividad cerebral relacionada con el dolor. “Sabíamos que las personas reportaban sentir menos dolor cuando estaban en contacto con la naturaleza, pero hasta ahora no entendíamos por qué”, explica Maximilian Steininger, estudiante de doctorado en la Universidad de Viena y autor principal de la investigación.
Cómo la naturaleza alivia el dolor: evidencia desde el cerebro
Para estudiar este efecto, los investigadores realizaron un experimento con 49 participantes en Austria. Mientras recibían pequeñas descargas eléctricas para inducir una sensación de dolor, se monitoreó su actividad cerebral con un escáner fMRI. Durante la prueba, los participantes observaron distintos tipos de videos:
- Escenarios naturales, como bosques y ríos.
- Entornos urbanos, como calles y edificios.
- Oficinas interiores sin elementos naturales.
Los resultados mostraron que cuando los participantes observaban imágenes de la naturaleza, no solo informaban sentir menos dolor, sino que las imágenes cerebrales revelaban una menor activación en áreas del cerebro relacionadas con el procesamiento del dolor. “Nuestra investigación demuestra que este efecto no es un simple placebo”, afirma Steininger. “No se trata solo de que las personas crean que la naturaleza es beneficiosa; realmente hay una reducción en la respuesta del cerebro a los estímulos dolorosos”.
Disminución de la actividad cerebral vinculada al dolor
A través de técnicas avanzadas de aprendizaje automático, el equipo analizó los patrones de actividad en las redes neuronales involucradas en el procesamiento del dolor. Descubrieron que los estímulos sensoriales que el cerebro recibe cuando se experimenta dolor eran menos intensos cuando los participantes observaban escenas naturales cuidadosamente diseñadas.
Esto indica que la exposición a la naturaleza no solo hace que el dolor se perciba como menos intenso, sino que también influye en cómo el cerebro procesa e interpreta las señales de dolor.
¿Un sustituto de los analgésicos?
Si bien los hallazgos son prometedores, los investigadores advierten que la exposición a la naturaleza no reemplaza los tratamientos médicos convencionales. “El efecto analgésico de la naturaleza es real, aunque en nuestros experimentos fue aproximadamente la mitad de fuerte que el de los analgésicos convencionales”, subraya Steininger.
“Mantener el tratamiento médico adecuado sigue siendo fundamental para las personas con dolor crónico. Sin embargo, esperamos que en el futuro se desarrollen nuevas estrategias complementarias, como el uso de entornos naturales para mejorar la gestión del dolor”, agrega.
El poder curativo de la naturaleza: una nueva perspectiva científica
El estudio también ayuda a comprender mejor por qué los entornos naturales han sido considerados beneficiosos para la salud durante tanto tiempo. La investigación de Ulrich en los años 80 mostró que los pacientes hospitalizados con vistas a la naturaleza tenían mejores tasas de recuperación, pero hasta ahora no se conocía el mecanismo detrás de ese efecto.
Los nuevos hallazgos confirman que los beneficios de la naturaleza no son únicamente psicológicos, sino que tienen una base neurológica. Como señala el coautor del estudio, Alex Smalley, de la Universidad de Exeter:
“Nuestra investigación muestra que incluso la exposición virtual a la naturaleza puede transmitir sus efectos terapéuticos a las personas que no pueden salir al aire libre. Al mismo tiempo, esperamos que estos hallazgos refuercen la importancia de proteger los entornos naturales y fomenten que más personas pasen tiempo en la naturaleza”.
Experiencias virtuales: la naturaleza al alcance de todos
Uno de los aspectos más innovadores del estudio es que los efectos positivos sobre la percepción del dolor se lograron incluso con escenas de naturaleza virtual. Esto sugiere que, aunque el acceso a entornos naturales reales siempre será lo ideal, la tecnología puede ayudar a quienes no tienen esa posibilidad.
“La capacidad de reducir el dolor a través de una simple exposición virtual a la naturaleza tiene importantes implicaciones para el desarrollo de tratamientos no farmacológicos”, concluye Smalley. “Además, abre nuevas vías de investigación sobre cómo la naturaleza impacta en nuestra mente y bienestar”.
Con estos hallazgos, los investigadores han sentado una base prometedora para futuros estudios sobre cómo los entornos naturales pueden integrarse en estrategias de manejo del dolor. Desde hospitales hasta hogares, la posibilidad de utilizar imágenes y sonidos de la naturaleza como complemento en los tratamientos médicos podría transformar la forma en que abordamos el bienestar y la recuperación.
—Fuente: Steininger, M.O., White, M.P., Lengersdorff, L. et al. Nature exposure induces analgesic effects by acting on nociception-related neural processing. Nat Commun 16, 2037 (2025). https://doi.org/10.1038/s41467-025-56870-2
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