Por supuesto, los humanos no aparecieron de la noche a la mañana. Varios humanoides nos precedieron, y de ellos aún conservamos el ADN. Esto se aplica no solo a los neandertales, sino también al hombre de Denisova. Un nuevo estudio general nos enseña más sobre este último humanoide y su impacto en el Homo sapiens.
En 2010, se cartografió el genoma neandertal con la mayor precisión posible. Las comparaciones con los genes de los humanos modernos mostraron entonces que compartieron lecho con frecuencia con el Homo sapiens en un pasado lejano: aún tenemos varios genes neandertales en nuestro organismo.
Una falange
Pero no solo los genes neandertales se reflejan en nuestro genoma, el hombre de Denisova también dejó su huella. Así lo demuestra una falange excavada en la cueva de Denisova, en los montes Altai, en Siberia. Este hueso resultó ser de un nuevo tipo de humanoide al que más tarde se denominó hombre de Denisova, en honor a la cueva donde se encontró el hueso. También ellos se cruzaron con los humanos modernos.
“Este ha sido uno de los descubrimientos más emocionantes de la última década sobre la evolución humana”, afirma Linda Ongaro, investigadora del Trinity College de Dublín, cuyo último estudio se publica en Nature. “Es un error común pensar que los humanos evolucionaron de forma repentina y ordenada a partir de un ancestro común. Cuanto más aprendemos, más claro queda que se produjeron cruces con diferentes humanoides y que contribuyeron a lo que somos hoy”.
De Siberia al sudeste asiático
Pero allí donde se han encontrado numerosos restos de neandertales, no ocurre lo mismo con el hombre de Denisova. “A diferencia de los restos de neandertales, el registro fósil de los denisovanos consiste solo en ese hueso del dedo, una mandíbula, dientes y fragmentos de cráneos. Pero utilizando los segmentos de Denisova restantes en el genoma humano moderno, los científicos han encontrado pruebas de al menos tres eventos anteriores en los que genes de diferentes poblaciones de Denisova acabaron en el genoma de los humanos modernos”. Cada uno de estos eventos muestra diferentes niveles de parentesco con el hombre de Denisova, lo que indica una relación compleja entre las especies humanas.
En el artículo de revisión, los investigadores aportan pruebas que sugieren que las distintas poblaciones de Denisova supieron adaptarse a entornos diferentes. Tenían que hacerlo: este humanoide vivió presumiblemente desde Siberia hasta el sudeste asiático y desde Oceanía hasta Sudamérica.
Las altiplanicies del Tíbet
Así que los humanos modernos tenemos en nosotros una serie de genes del hombre de Denisova que nos proporcionan ventajas en distintos entornos. “Uno de ellos es un gen que garantiza que podamos soportar la hipoxia, o condiciones de poco oxígeno, lo cual tiene sentido porque esto es frecuente en las poblaciones tibetanas. Pero también hay varios genes que ofrecen una mayor inmunidad, y un gen que afecta al metabolismo de los lípidos, produciendo calor cuando es estimulado por el frío, lo que proporciona una ventaja a las poblaciones inuit de las regiones polares”, explica Ongaro.
Pero aún queda mucho por descubrir, subraya la investigadora. “Hay numerosas oportunidades de investigación que podrían ayudarnos a contar una historia más completa sobre cómo influyeron los Denisova en los humanos modernos. Pensemos en análisis genéticos más detallados en poblaciones poco estudiadas, que podrían revelar rastros ocultos de ascendencia denisovana”. Además, los investigadores esperan que se encuentren más fósiles de Denisova. “Integrar más datos genéticos con la información arqueológica podría, sin duda, llenar algunas lagunas más”, concluye la investigadora.
El hombre de Denisova
Hace unos 60 000 años, el ser humano moderno abandonó África. En Asia, se encontró con una especie emparentada: el hombre de Denisova. El cruce con este humanoide hizo que fuéramos más resistentes al frío, lo que obviamente era importante en el frío norte. Un grupo de biólogos evolutivos españoles de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona descubrió una variante genética que garantiza esto al ser responsable de la regulación del zinc. Pero es de suponer que esta mutación genética también tiene inconvenientes. Puede hacer a los humanos modernos más vulnerables a trastornos mentales, como la depresión.
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