En un mundo en el que las noticias falsas y la desinformación son moneda corriente, parece contradictorio aumentar la exposición de los niños a la información engañosa. Sin embargo, una nueva investigación de la Universidad de California en Berkeley sugiere que, en determinadas condiciones, esta puede ser una estrategia eficaz para hacer a los jóvenes más resistentes al engaño en línea.
Internet es una fuente inagotable de información, pero no todo lo que hay en la red es cierto. Para los niños, cada vez más activos en la red a edades más tempranas y con mayor frecuencia, esto supone un reto. Está investigación anterior muestra que alrededor de un tercio de los niños utiliza las redes sociales antes de cumplir los nueve años. Este otro estudio muestra un ejemplo sorprendente de los riesgos que esto entraña: los menores encuentran información sanitaria inexacta a los pocos minutos de crear una cuenta en TikTok.
Nuevo enfoque
La solución parece obvia para muchos padres: proteger a sus hijos de la desinformación. Evan Orticio, uno de los autores de este nuevo estudio, aboga por un enfoque diferente. En lugar de proteger completamente a los niños de la información engañosa, sugiere darles una exposición controlada a ella. “Tenemos que dar a los niños la experiencia de entrenar sus músculos escépticos y utilizar estas habilidades de pensamiento crítico dentro de un contexto en línea para prepararlos para su futuro, donde estarán en estos contextos 24 horas al día, 7 días a la semana”, dice.
El experimento
Para probar esta teoría, Orticio y sus co-investigadores realizaron dos experimentos con 122 niños de entre 4 y 7 años. En el primer experimento, se mostró a los niños un libro ilustrado digital con afirmaciones verdaderas y falsas sobre animales. Algunos niños solo vieron información correcta, como “las cebras tienen rayas blancas y negras”. A otros se les presentaron afirmaciones falsas, como “las cebras son rojas y verdes”. Después de “leer” el libro, los niños tenían que indicar qué afirmaciones consideraban verdaderas o falsas. Este experimento se diseñó para exponer a los niños a distintos niveles de fiabilidad en un entorno digital.
El segundo experimento se basó en el primero. En este caso, los investigadores simularon un entorno de motor de búsqueda, similar a Google, pero a nivel infantil. Una vez más, se mostró a los niños información real y ficticia sobre animales, pero esta vez en forma de resultados de búsqueda. Se les presentó una raza alienígena ficticia llamada Zorpies. En una pantalla, vieron 20 imágenes de estas criaturas. Un Zorpie tenía visiblemente tres ojos, mientras que el resto llevaba gafas de sol que ocultaban sus ojos. La gran pregunta para los niños era: ¿todos los Zorpies tienen tres ojos? Para responder a esta pregunta, los niños podían “investigar” pulsando sobre las imágenes. Así quitaban las gafas de sol y podían ver el número real de ojos.
El resultado fue notable: los niños que habían visto más afirmaciones falsas durante el primer experimento fueron mucho más minuciosos a la hora de comprobar la información sobre los Zorpies. Por el contrario, los niños que habían visto más información fiable durante el primer experimento apenas se molestaron en verificar la nueva afirmación.
Implicaciones para la crianza y la educación
Estos experimentos demuestran que los niños son capaces de ajustar su nivel de escepticismo en función de sus experiencias previas en un entorno digital. Aprenden “sobre la marcha”, por así decirlo, hasta qué punto es fiable una determinada fuente de información y ajustan su comportamiento en consecuencia. En lugar de aspirar a un entorno en línea completamente “limpio”, los investigadores abogan por enseñar a los niños a comprobar las afirmaciones y a pensar de forma crítica sobre lo que ven.
“Nuestro trabajo sugiere que si los niños tienen cierta experiencia trabajando en entornos controlados pero imperfectos en los que se encuentran con cosas que no son del todo correctas, y les mostramos el proceso de averiguar qué es realmente cierto y qué no, entonces esperan ser más vigilantes”, afirma Orticio. Por ello, el investigador recomienda a los padres que mantengan conversaciones periódicas con sus hijos sobre lo que encuentran en Internet. “No es que necesariamente tengamos que aumentar el escepticismo. Es que tenemos que darles la oportunidad de utilizar ese escepticismo en su beneficio. En nuestros experimentos, comprobar los hechos era muy fácil. En la vida real, es muy difícil. Tenemos que salvar esa distancia”.
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