Los maratonistas y otros atletas de resistencia dedican tiempo a entrenarse en altitud antes de las carreras importantes para poder rendir mejor al momento de la competencia. Es agotador para los habitantes de las tierras bajas por encima de los 3000 metros de altitud. Pero, ¿y si, como pueblo, pasas generaciones en cielos de gran altitud?
Respirar a altitudes extremas no es ninguna nimiedad. Con cada bocanada de aire se ingiere mucho menos oxígeno, pero el pueblo tibetano lleva más de 10 000 años viviendo en la altiplanicie tibetana. No solo consiguen sobrevivir, sino incluso prosperar en este entorno de escaso oxígeno. Este nuevo estudio, dirigido por Cynthia Beall, de la Universidad Case Western Reserve de Cleveland (Ohio), desentraña la relación entre el transporte de oxígeno en el organismo y el éxito reproductivo de las mujeres de la meseta tibetana de Nepal. Sus especiales propiedades fisiológicas les permiten reproducirse con éxito en un entorno en el que el común de los mortales tiene dificultades al menor esfuerzo.
Resiliencia
Beall explica que el estudio demuestra la capacidad de recuperación de estas mujeres. Ofrece nuevas perspectivas sobre cómo los humanos pueden adaptarse a condiciones extremas. Dice que este tipo de investigación evolutiva también proporciona una guía para que la humanidad se prepare para futuros problemas climáticos y ayuda a comprender las enfermedades asociadas a la falta de oxígeno (hipoxia). “Estamos obteniendo una mejor imagen de los procesos que impulsan la evolución humana al comprender como poblaciones como estas se adaptan a condiciones difíciles”, afirma la investigadora principal.
El equipo de investigación siguió a 417 mujeres tibetanas de entre 46 y 86 años que vivían a una altitud de entre 3700 y 4300 metros en la región del Alto Mustang (Nepal), en el extremo sur de la meseta tibetana. Los científicos recopilaron datos sobre el historial reproductivo de las mujeres, realizaron todo tipo de mediciones fisiológicas, tomaron muestras de ADN y analizaron todo tipo de factores sociales. Su objetivo era averiguar más sobre la relación entre los factores que mejoran el transporte de oxígeno y la fertilidad de las mujeres. De hecho, el número de hijos nacidos vivos se considera una de las medidas más importantes de la aptitud evolutiva.
Los investigadores descubrieron que las mujeres con más hijos presentaban una combinación única de características sanguíneas y cardíacas que ayudaban a su organismo a transportar oxígeno de forma más eficaz. Las mujeres con más hijos tenían niveles de hemoglobina cercanos a la media. La hemoglobina es la sustancia que transporta el oxígeno y el dióxido de carbono por el organismo. Estás mujeres también tenían una mayor saturación de oxígeno, es decir, más oxígeno disuelto por litro de sangre. Esto garantiza que el oxígeno llegue a las células con mayor eficacia sin que la sangre se vuelva más viscosa. Cuanto más espesa sea la sangre, más tendrá que trabajar el corazón. Un buen equilibrio entre ambos es crucial. “Es un ejemplo de selección natural continua”, explica Beall. “Las tibetanas han evolucionado de una forma que equilibra las necesidades de oxígeno del cuerpo sin sobrecargar el corazón”.
Una visión de la evolución humana
El equipo de investigación multidisciplinar de Beall realizó el trabajo de campo allá por 2019. Trabajaron en estrecha colaboración con las comunidades locales del Himalaya nepalí, contrataron a mujeres locales como asistentes de investigación y consultaron con los líderes locales. Uno de los rasgos genéticos que estudió el grupo desciende probablemente del denisovano, un humanoide extinto que vivió en Siberia hace unos 50 000 años. Sus descendientes emigraron posteriormente a la meseta tibetana. Y se descubrió que una variante del gen EPAS1, exclusiva de los indígenas de la meseta tibetana, regula la concentración de hemoglobina. Otros rasgos, como un mejor flujo sanguíneo a los pulmones y ventrículos cardíacos más anchos, también contribuyeron a mejorar el transporte de oxígeno. Todo ello aumentó el éxito reproductivo de las mujeres tibetanas, concluyen los científicos. Con la ayuda de estos rasgos, se adaptaron a vivir a gran altitud en un aire enrarecido, con bajos niveles de oxígeno tanto en el aire ambiente como en sus cuerpos.
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