El estudio destaca el fuerte impacto del calor extremo en las rutinas diarias, con las poblaciones vulnerables especialmente en mayor riesgo.
La Tierra se está calentando a una velocidad vertiginosa y cada vez se baten más récords de calor. En los últimos años, muchos lugares del mundo han experimentado temperaturas sin precedentes. Y parece que esta tendencia no hará sino aumentar. Una pregunta interesante es qué nos está haciendo exactamente este calor. Este nuevo estudio revela ahora que el calor extremo tiene un gran impacto en nuestra vida cotidiana, desde el tiempo que pasamos en casa hasta cómo nos desplazamos.
Rutinas diarias
El calor cambia las rutinas diarias. Por ejemplo, el estudio demuestra que el calor extremo reduce significativamente el tiempo que las personas pasan al aire libre. Durante los días de mucho calor, la gente se queda más tiempo en casa, evita las salidas no esenciales (como ir de compras) y también participa en menos actividades sociales. Además, la gente modifica sus hábitos de desplazamiento y opta por viajar en las horas más frescas del día, como a primera hora de la mañana o a última hora de la tarde, para evitar el calor diurno.
El estudio también muestra que la gente modifica sus opciones de transporte cuando hace mucho calor. Aumenta el uso del coche, mientras que disminuye significativamente el número de desplazamientos a pie, en bicicleta o en transporte público. De media, el número de desplazamientos en transporte público disminuye casi un 50 % en los días de calor extremo. Los autores señalan que este cambio plantea grandes retos a las ciudades que intentan promover opciones de transporte sostenibles (como los desplazamientos a pie y el transporte público), especialmente a medida que las comunidades se enfrentan cada vez más a condiciones meteorológicas extremas.
Grupos vulnerables
El estudio también muestra que determinados grupos son especialmente vulnerables a los efectos negativos del calor extremo. Las personas con rentas bajas y las que no tienen coche suelen recurrir a los desplazamientos a pie o en transporte público, lo que las deja especialmente expuestas a temperaturas abrasadoras. Además, estas personas suelen tener menos flexibilidad en sus horarios de trabajo, lo que significa que tienen que desplazarse incluso cuando las temperaturas son muy altas. Y la encuesta también lo demuestra. Mientras que las personas con ingresos más altos viajan mucho menos en los días de calor extremo, las de ingresos más bajos y sin coche no muestran una disminución notable en su comportamiento diario de desplazamiento. Otro grupo vulnerable son las personas mayores, que tienen mayores dificultades para adaptar sus rutinas diarias. Además, corren un mayor riesgo de aislamiento social los días en que tienen que permanecer en casa a causa del calor.
En definitiva, el estudio demuestra que el calor extremo aumenta aún más las desigualdades ya existentes. “Las personas que ya se encuentran en situación de desventaja, como las que tienen bajos ingresos o dependen del transporte público, corren un riesgo aún mayor durante las olas de calor”, explica el investigador Ram Pendyala. “Esto es un claro llamamiento a la adopción de medidas políticas específicas para proteger a los más vulnerables de la sociedad”.
Días de calor extremo
Basándose en estas conclusiones, los autores hacen varias recomendaciones para reducir los efectos del calor extremo. Entre ellas figuran la creación de espacios públicos a la sombra y el suministro de bonos de transporte. Además, el estudio aboga por la declaración de “días de calor extremo”, similares a los días de nieve, en los que las empresas y las escuelas suelen cerrar para proteger a la población. Durante esos días de calor extremo, se debe animar a la gente a permanecer en casa, evitar desplazarse al trabajo y tener acceso a espacios refrigerados si sus propios hogares no lo están adecuadamente. Además, las mejoras urbanas (como plantar más árboles y utilizar materiales que reflejen el calor) podrían contribuir a que las ciudades fueran más resistentes al aumento de las temperaturas.
El estudio muestra cómo el calor puede alterar la vida cotidiana, con efectos potencialmente incluso perjudiciales para los más vulnerables de la sociedad. Y dado que el calor extremo es cada vez más frecuente y grave debido al cambio climático, los resultados de esta investigación son muy pertinentes. El equipo espera que sus conclusiones animen a los responsables políticos a tomar medidas rápidas para desarrollar ciudades más resistentes al calor. “Abordar los retos asociados al calor extremo no es solo una cuestión de diseño urbano, sino también de equidad, salud y bienestar de la población”, afirma Irfan Batur, coautor del estudio. “Tenemos que actuar con decisión para garantizar que nuestras ciudades sean capaces de proteger a todos los residentes de los riesgos del calor extremo”.
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