De hecho, esta podría ser una solución prometedora para reducir aún más el uso de pesticidas y reforzar el suministro mundial de alimentos.
En un mundo que crece y cambia, necesitamos encontrar nuevas formas de proporcionar alimentos para todos. Aunque los pesticidas permiten la producción masiva, también entrañan riesgos. Por eso los científicos estudian métodos alternativos. Una forma de desarrollar una agricultura sostenible y preparada para el futuro es, por ejemplo, utilizar la “resistencia inducida”, una especie de “vacuna” para las plantas.
Vacuna para plantas
La resistencia inducida consiste en activar de forma selectiva el sistema inmunitario de la planta. Esto permite a la planta responder mejor a la siguiente situación de estrés similar. “La resistencia inducida pone a las plantas en un estado de alerta”, explica la investigadora Brigitte Mauch-Mani. “Cuando una planta experimenta una forma leve de estrés, como un insecto mordisqueando sus hojas, no solo refuerza sus defensas contra esta amenaza inmediata: la resistencia inducida también permite a las plantas ‘aprender’ de estas experiencias”. Este proceso, conocido como cebado de defensas, funciona de forma similar al sistema inmunitario humano. Con una vacuna contra la gripe o el COVID-19, por ejemplo, el cuerpo recibe una dosis pequeña y segura del virus, que prepara al sistema inmunitario para combatir la enfermedad real si se produce. Del mismo modo, el cebado defensivo garantiza que las plantas desarrollen una especie de “memoria” para estar mejor preparadas ante futuros ataques de plagas o enfermedades similares. Esto les permite responder más rápida y vigorosamente con los mecanismos de defensa que ya tienen.
Reducir el uso de pesticidas
Como ya se ha dicho, en la actualidad los cultivos se protegen principalmente con pesticidas y mediante la cría de genes de resistencia. Sin embargo, las plagas se adaptan rápidamente para eludir estas defensas. De hecho, existe incluso un riesgo importante de que las plagas se desarrollen más rápido que las plantas que deben resistirlas. La resistencia inducida ayuda a las plantas a protegerse mejor contra múltiples plagas y enfermedades que contra una sola especie. “La resistencia inducida aprovecha las defensas naturales de las plantas, reduciendo la necesidad de pesticidas nocivos”, afirma Mauch-Mani. “Además, es menos probable que las plagas y los patógenos desarrollen resistencia a la resistencia inducida que a los pesticidas, lo que se traduce en una protección estable y a largo plazo”. Además, la resistencia inducida es más rápida que la mejora tradicional, lo que permite a las plantas adaptarse más rápidamente a las cambiantes condiciones climáticas.
Los desafíos
Por prometedor que parezca, los investigadores también se enfrentan a varios retos. Por ejemplo, la resistencia inducida no suele proporcionar una protección completa, por lo que debe complementarse con otras medidas. Además, debe ajustarse cuidadosamente para evitar que la planta quede vulnerable a otras amenazas y para garantizar que el crecimiento no se vea comprometido por destinar demasiados recursos a la defensa. “Así que tenemos que encontrar el equilibrio adecuado entre el crecimiento de la planta y la defensa”, explica Mauch-Mani. “Otro reto es que la eficacia de la resistencia inducida puede variar en función de distintos factores ambientales. Entender cómo afectan estos factores a la resistencia inducida puede ayudar a desarrollar estrategias para que sea lo más eficaz posible en diferentes condiciones”. Así pues, aún queda trabajo por hacer. “La resistencia inducida surge de una compleja red de factores ambientales y de desarrollo en la planta”, continúa Mauch-Mani. “Por lo tanto, aplicar la resistencia inducida de forma segura y eficiente no es tan sencillo como utilizar un único pesticida. Tenemos que evaluar las condiciones óptimas de cultivo, la genética de los cultivos y las prácticas agrícolas situación por situación para cosechar los diversos beneficios de la resistencia inducida”.
Alimentos más sanos
Pero una vez aplicada la resistencia inducida, puede hacer algo más que disuadir a las plagas, escriben los investigadores en este estudio. Algunas de las sustancias defensivas que producen las plantas en respuesta a la resistencia inducida, por ejemplo, están relacionadas con beneficios para la salud y una mejor calidad nutricional. En resumen, por tanto, “vacunar” los cultivos también puede conducir a alimentos más sanos. “La activación de la resistencia de las plantas desencadena su metabolismo secundario”, explica Mauch-Mani. “Esto desencadena la producción de diversas sustancias que son buenas para la salud, como polifenoles, carotenoides, flavonoides, fitoestrógenos y diversas enzimas antioxidantes. Como resultado, la resistencia inducida suele dar lugar a mayores cantidades de estas sustancias saludables en frutas, verduras y hierbas”.
Una agricultura más sostenible
Los investigadores creen que “vacunando” los cultivos alimentarios podemos reducir significativamente el uso de pesticidas, mejorando la sostenibilidad de la agricultura. “Potenciar las defensas de las plantas puede producir alimentos seguros y sanos, lo que es importante tanto para los consumidores como para los productores”, señala Mauch-Mani. “También puede reducir los efectos negativos de las prácticas agrícolas actuales sobre el medio ambiente”.
Aun así, los investigadores todavía no han llegado a ese punto. Por ejemplo, subrayan que urge investigar más para integrar la resistencia inducida en las estrategias de agricultores y científicos de la alimentación. Esta investigación debe centrarse en situaciones realistas y estudiar cómo funciona la resistencia inducida en entornos menos controlados. También es importante desarrollar métodos que puedan probarse sobre el terreno y posteriormente en la agricultura a gran escala. Además, los investigadores piden una legislación que establezca normas de calidad para proteger tanto a los productores como a los consumidores. “Estamos convencidos de que la investigación básica sobre la resistencia inducida será esencial para la transición hacia un suministro de alimentos verdaderamente sostenible”, concluye Mauch-Mani.
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