Los escolares que se sienten parte de un grupo y experimentan el apoyo de sus padres corren menos riesgo de sufrir acoso escolar. Así se desprende de una encuesta realizada a más de 4000 jóvenes de 15 años en Nueva Zelanda. Por el contrario, el desorden en las aulas y un ambiente fuertemente competitivo en la escuela aumentan de hecho la probabilidad de acoso.
El estudio, publicado en la revista Kōtuitui: New Zealand Journal of Social Sciences Online, utilizó siete preguntas para medir hasta qué punto los estudiantes se sentían parte de un grupo. “Ejemplos de estas preguntas son: ‘Hago amigos fácilmente en la escuela’ y ‘Me siento como un extraño en la escuela’. Los participantes dieron sus respuestas en una escala de 1 a 4, indicando hasta qué punto estaban de acuerdo con las afirmaciones”, dijo Aaron Drummond, uno de los autores del estudio, en una entrevista.
Además, se midió el apoyo de los padres. “Para ello se utilizaron tres preguntas: ‘Mis padres apoyan mis esfuerzos y logros educativos’; ‘Mis padres me apoyan cuando tengo dificultades en la escuela’; y ‘Mis padres me animan a tener confianza en mí mismo’”. Una vez más, los alumnos dieron sus respuestas en una escala de 1 a 4.
Diferentes tipos de comportamiento intimidatorio
El estudio descubrió que los estudiantes que puntuaban alto en sentido de pertenencia y apoyo paterno eran menos propensos a sentirse acosados tanto directa como indirectamente. Por acoso directo, los investigadores entienden situaciones como el robo o la violencia física. El acoso indirecto se refiere a situaciones en las que un alumno es excluido deliberadamente de actividades o cuando se difunden rumores sobre él.
“Analizamos estos dos tipos de acoso por separado porque esperábamos que factores diferentes influyeran en cada tipo de acoso. Sin embargo, las conclusiones resultaron ser bastante similares, aunque la fuerza de los vínculos difería ligeramente. El sentimiento de pertenencia resultó ser un factor predictivo más fuerte para la reducción del acoso indirecto que para el acoso directo, aunque ambos tipos de acoso se redujeron significativamente. Se descubrió que el género predecía el acoso directo (los chicos sufrían acoso directo con más frecuencia que las chicas), pero el género no afectaba al acoso indirecto; tanto los chicos como las chicas eran igual de vulnerables al acoso indirecto”, afirma Drummond.
Desorden en el aula y clima competitivo
Mientras que los estudiantes que se sienten más conectados y experimentan el apoyo de sus padres tienen menos probabilidades de ser acosados, ocurre lo contrario cuando los estudiantes experimentan desorden en el aula. “La escala de disciplina y orden en el aula medía hasta qué punto los alumnos sentían que el aula estaba tranquila y asentada y hasta qué punto escuchaban al profesor”, explica Drummond. Cuanto menos tranquila era el aula y menos se escuchaba al profesor, más alumnos experimentaban conductas de acoso.
También influyó el grado en que los alumnos consideraban que la escuela fomentaba un clima competitivo. Los alumnos que recibían más estímulos de colaboración experimentaban menos conductas de acoso. Por el contrario, cuando se fomentaban altos niveles de competitividad, aumentaba el acoso. Drummond señala que estos dos aspectos se midieron conjuntamente y que es necesario seguir investigando para determinar si uno o ambos factores desempeñan un papel más importante.
Vinculado a la cultura
Drummond subraya que el estudio no ofrece una imagen universal porque el acoso escolar es un fenómeno cultural. “La forma en que se manifiesta el acoso y los factores que lo causan varían de un país a otro y de una cultura a otra. Tenemos que investigar mucho más sobre cuáles son los factores relevantes del acoso en las distintas escuelas y regiones. Nuestro objetivo final debería ser diseñar intervenciones que se centren específicamente en las causas locales del acoso y evaluar su eficacia. Solo entonces podremos cambiar realmente la vida de los jóvenes y mejorar su bienestar”, concluye Drummond.
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