A veces se dice que todo el mundo tiene un doble. Puede que sea una exageración, pero existen. Y comparten algo más que su aspecto. Así lo demuestra un análisis de ADN de 16 dobles que se parecen mucho.
Para llegar a los dobles se utilizaron las fotografías del artista canadiense François Brunelle. Lleva desde 1999 recopilando fotos de personas que se parecen mucho. Científicos españoles del Instituto de Investigación contra la Leucemia Josep Carreras (IJC) de Barcelona hicieron que tres algoritmos de reconocimiento facial examinaran 32 parejas extremadamente parecidas. Dieciséis de ellas fueron clasificadas como dobles. Tras un análisis genético, se descubrió que nueve eran aún más parecidas. Estos “superdobles” compartían más de 19 000 variaciones genéticas en 3730 genes. La mayoría de los genes estaban relacionados con rasgos faciales y corporales. Pero aún hay más: las respuestas de los dobles a extensos cuestionarios demostraron que también tenían en común otros rasgos.
Naturaleza frente a crianza
“Estos hallazgos no solo aportan información sobre los genes asociados a nuestra apariencia, y probablemente a otros rasgos de nuestro cuerpo y personalidad, sino que también ponen de relieve cuánto de lo que somos y nos define es realmente heredado o, por el contrario, adquirido a lo largo de nuestra vida”, escriben los autores.
“En 2005, descubrimos que dos hermanos gemelos con el mismo ADN no eran epigenéticamente iguales. Es decir, que había modificaciones químicas en la secuencia de ADN que regulan la expresión de los genes. Esto explicaba por qué no eran perfectamente idénticos. En el estudio actual, investigamos la otra cara: personas que tienen la misma cara pero no están emparentadas. Estas personas nos ayudan a responder a la pregunta de hasta qué punto nuestra apariencia está determinada por la naturaleza frente a la crianza”, explica el investigador principal, Manel Esteller.
“Intentamos analizar el máximo número de capas moleculares en las muestras disponibles. En este caso, el ADN fue el componente más estable. Pudimos determinar la secuencia del ADN (genoma), la metilación del ADN (epigenoma) y el contenido bacteriano y vírico (microbioma). Los tres componentes son decisivos para determinar la actividad celular y tisular”.
Propiedades complejas en común
Esteller explica que los genes que compartían los dobles se dividían en cuatro categorías. “Incluían genes asociados a la forma de los ojos, los labios, la boca, las fosas nasales y otras partes de la cara, genes implicados en la formación de huesos como la forma del cráneo, genes que determinan el tipo de piel y genes que afectan a la cantidad de líquido que se retiene, lo que da lugar a un volumen y un aspecto diferentes de la cara”.
Pero los dobles tenían más cosas en común. “Las parejas con las variantes genéticas compartidas no solo tenían caras extremadamente parecidas, sino que también rondaban la misma altura y peso. Además, tenían en común, rasgos más complejos, como su hábito de fumar, su nivel educativo y si eran de izquierdas o de derechas”.
¿Familia al fin y al cabo ?
Los investigadores se preguntaron si, después de todo, los dobles eran parientes lejanos. “Hicimos investigaciones genéticas remontándonos varias generaciones y estos individuos no están ni remotamente emparentados, no hay ningún antepasado común. Surgieron por pura casualidad. Hay tanta gente en el planeta que el sistema empieza a producir individuos con muchas variantes genéticas compartidas”, afirma Esteller.
Esto suena lógico, pero al investigador le sorprendieron los resultados. “Al principio del estudio, pensé que el entorno influiría más en la cara, pero los genes resultaron ser más fuertes en este estudio”.
Dibujando criminales
Sus hallazgos pueden aplicarse a varios ámbitos. “El estudio permite desarrollar una nueva inteligencia artificial que puede ayudar a diagnosticar trastornos genéticos. Podemos deducir de los rasgos faciales la presencia de mutaciones genéticas vinculadas, por ejemplo, a un alto riesgo de enfermedades como la diabetes o el Alzheimer. Los hallazgos también pueden utilizarse en medicina forense, porque ahora conocemos las variantes genéticas específicas que determinan los rasgos faciales, y así podemos dibujar un rostro a partir de una muestra de ADN desconocida”, explica Esteller.
Así que ese raro doble resulta ser extremadamente útil. Pero las personas que se parecen tanto no son muy comunes. Los investigadores tuvieron que buscar durante mucho tiempo. Si encuentras a tu doble, no dudes en ponerte en contacto con él, no solo por el bien de la ciencia, sino porque probablemente tengáis más en común de lo que crees.
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