Tras una corta vida útil de cinco años, los satélites vuelven a caer a la Tierra y se queman en la atmósfera, con diminutas partículas de alúmina que causan importantes daños a la capa protectora de ozono.
Actualmente, el espacio que rodea la Tierra ya está abarrotado. Pero se espera que cada vez lo esté más. Se calcula que en los próximos años se lanzarán miles de satélites para prestar servicios de Internet. Sin embargo, estos satélites tienen un inconveniente. En concreto, parece probable que pongan en serio peligro la recuperación del agujero de ozono.
Lanzamiento de miles de satélites
Unos 8100 objetos se encuentran actualmente en órbita terrestre baja. 6000 de ellos son satélites Starlink, lanzados en los últimos años. Y esto no es todo. La creciente demanda de cobertura mundial de Internet está promoviendo un número cada vez mayor de lanzamientos de pequeños satélites de Internet. Por ejemplo, SpaceX tiene previsto disparar otros 12 000 satélites Starlink. Y con el tiempo puede que incluso haya 42 000 dando vueltas alrededor de la Tierra. Otras empresas, como Amazon, también planean lanzar constelaciones de 3000 a 13 000 satélites. Y eso podría tener bastantes consecuencias.
Satélites con una corta vida útil
Los satélites de Internet tienen una vida corta, de unos cinco años. Por ello, las empresas necesitan poner en órbita nuevos satélites con regularidad para mantener en funcionamiento sus servicios de Internet. Pero esto no está exento de consecuencias. Cuando los satélites viejos caen en la atmósfera y se queman, dejan tras de sí diminutas partículas de óxido de aluminio. Y eso es una mala noticia para la capa de ozono, que protege a la Tierra de la dañina radiación ultravioleta.
Más información sobre el agujero en la capa de ozono
El ozono es una molécula compuesta por tres átomos de oxígeno y se encuentra en la estratosfera: una capa de la atmósfera terrestre situada a unos 40 kilómetros de altitud. Allí forma la llamada “capa de ozono”, que protege la superficie de nuestro planeta de la dañina radiación ultravioleta y hace posible la vida en la Tierra. En los años 80, los investigadores descubrieron que esta importante capa de ozono estaba gravemente mermada por ciertos propelentes (CFC) que se utilizaban masivamente en aerosoles y frigoríficos, entre otros. Cuando estos CFC penetran en la capa de ozono, se descomponen (bajo la influencia de la radiación ultravioleta) creando radicales de cloro, que a su vez rompen las moléculas de ozono. En particular, sobre la Antártida, esto provocó que la concentración de ozono disminuyera hasta tal punto que a veces se hablaba de un “agujero en la capa de ozono”. Este “agujero” (que, por tanto, no es un agujero real, sino una zona en la que la concentración de ozono es simplemente mucho menor de lo normal) se crea hacia el final del invierno, cuando el sol vuelve a brillar en esta parte de la estratosfera y rompe los propulsores, creando sustancias destructoras del ozono. En respuesta al descubrimiento de este “agujero en la capa de ozono”, se estableció el Protocolo de Montreal, por el que los países de todo el mundo se comprometían a reducir la producción de sustancias destructoras de la capa de ozono.
Los óxidos de aluminio provocan reacciones químicas que agotan la capa de ozono estratosférico. Estos óxidos no reaccionan directamente con las moléculas de ozono, sino que estimulan las reacciones destructivas entre el ozono y el cloro, lo que provoca el agotamiento de la capa de ozono. Y como los óxidos de aluminio no se agotan, pueden seguir destruyendo moléculas de ozono durante décadas al dispersarse por la estratosfera. Investigaciones recientes han demostrado que la cantidad de estos óxidos aumentó ocho veces entre 2016 y 2022. Se espera que la cantidad siga aumentando debido al rápido incremento de satélites en órbita.
Capa de ozono contaminada
Los resultados, publicados en la revista Geophysical Research Letters, son bastante inquietantes. Al fin y al cabo, gracias al Protocolo de Montreal de 1987, el agujero de la capa de ozono parece estar recuperándose. Con su firma, los gobiernos se comprometieron a eliminar progresivamente la producción de sustancias que agotan la capa de ozono, como los CFC. Y sus efectos se están haciendo visibles de forma lenta pero segura. De hecho, el agujero de ozono es ahora mucho más pequeño y se espera que se recupere por completo en 50 años. Pero el inesperado aumento de los óxidos de aluminio podría suponer un obstáculo.
Hasta ahora se había prestado poca atención a la contaminación creada cuando los satélites se estrellan y arden en las capas superiores de la atmósfera. Pero el nuevo estudio pone ahora de relieve la urgencia de este problema. Los investigadores calcularon que cuando un pequeño satélite de 250 kilos se estrella, se producen 30 kilos de óxidos de aluminio. La mayoría de estas partículas se crean en la mesosfera, entre 50 y 85 kilómetros por encima de la superficie terrestre. En 2022, 17 toneladas métricas de nanopartículas de alúmina fueron liberadas a la atmósfera por la caída de satélites. Según los investigadores, se calcula que se liberarán 360 toneladas métricas anuales de óxidos de aluminio cuando todas las constelaciones de satélites previstas estén operativas. Esto supone un aumento del 646 % en comparación con los niveles naturales de la atmósfera.
Esto significa que los satélites de Internet podrían entorpecer bastante la recuperación de la frágil capa de ozono. “Solo en los últimos años la gente ha empezado a darse cuenta de que esto podría convertirse en un problema”, afirma el investigador Joseph Wang. “Fuimos uno de los primeros equipos en analizar cuáles podrían ser las implicaciones de estos hechos”. Y tal y como se ve ahora, las implicaciones parecen ser considerables. Así que la pelota está ahora de nuevo en el tejado de SpaceX y otras empresas que planean lanzar satélites de Internet para ver qué pueden hacer para evitar más daños a la capa de ozono.
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