El deshielo del permafrost sigue siendo un enigma en términos de impacto climático. ¿Qué sale de su interior y cuánto CO₂ y metano se libera? Los investigadores publican esta semana en Nature unos resultados un tanto preocupantes.
El CO₂ del suelo es más sensible al calentamiento en las zonas donde el permafrost se ha derrumbado que donde no lo ha hecho. El permafrost es motivo de preocupación desde hace tiempo. El aumento de las temperaturas provoca su rápido deshielo en Siberia y Norteamérica, donde se encuentra la mayor parte del permafrost. En aproximadamente el 20 % de las regiones septentrionales de permafrost se produce un fenómeno denominado termokarst. Se trata de un deshielo muy rápido y abrupto que provoca el colapso del permafrost. Desgraciadamente, en ese permafrost septentrional es precisamente donde se almacena aproximadamente la mitad de todo el carbono subterráneo. El deshielo repentino puede tener todo tipo de efectos en la superficie terrestre y provocar cambios bruscos en el suelo y en el ciclo del carbono del ecosistema asociado.
El calentamiento libera 5,5 veces más CO₂
Es evidente que los suelos termokársticos y no termokársticos están expuestos al calentamiento global simultáneamente y con la misma intensidad. Sin embargo, lo que nunca se ha estudiado es si existe una diferencia en los efectos de secuestro de CO₂ de estas dos formas del suelo. Por ello, científicos chinos investigaron qué ocurre con ese CO₂ en los termokarst. Para ello, realizaron experimentos en termokarst y no termokarst al mismo tiempo. La conclusión es preocupante: el calentamiento libera 5,5 veces más CO₂ del suelo en el termokarst que en el permafrost ordinario adyacente.
¿Qué es el termokarst?
El termokarst o criokarst es el terreno que se crea cuando el permafrost del Ártico se descongela rápidamente. Esto crea un paisaje muy accidentado con pequeñas colinas, pantanos y baches (véase la foto de arriba). También crea lagos de deshielo que descongelan aún más rápido el suelo helado circundante, liberando metano y CO₂. Se crea así un bucle de retroalimentación positiva que acelera aún más el calentamiento de la Tierra.
A continuación, los investigadores analizaron 30 posibles causas de los efectos sobre las emisiones de CO₂. Descubrieron que la mayor respuesta al calentamiento se debe principalmente a la menor calidad del sustrato del suelo (la parte en la que crecen las plantas) y a la mayor cantidad de microbios del suelo que descomponen la materia orgánica en los suelos afectados por el termokarst.
Al investigar en otros seis lugares, los investigadores del suelo descubrieron también que la formación de termokarst aumenta significativamente la sensibilidad de las emisiones de CO₂ a un aumento de la temperatura, lo que aporta una prueba más de la mayor respuesta del suelo al calentamiento.
Peor de lo que se pensaba
El profesor Yang Yuanhe calcula que si se extrapola la respuesta de las emisiones de CO₂ a todos los termokarst del hemisferio norte, se liberan 0,4 gigatoneladas de carbono adicionales al año. “Eso supone una cuarta parte de la pérdida prevista de carbono en el permafrost para finales del siglo XXI”, afirma Yang.
Así pues, este estudio aporta pruebas claras de que el calentamiento está liberando mucho más carbono del permafrost del que se había calculado anteriormente, como consecuencia de la formación de termokarst. Por tanto, los resultados pueden ayudar a comprender mejor el impacto de la pérdida de permafrost en el calentamiento global.
Todo sobre el permafrost
El permafrost, literalmente suelo helado, cubre hasta el 20 % de la superficie terrestre. En invierno, el suelo está congelado a varios metros de profundidad; en verano, solo se descongela la capa superior, donde todavía pueden crecer algunas plantas. Esta capa tiene un espesor máximo de 60 a 360 centímetros. El permafrost propiamente dicho puede tener decenas de metros de espesor. En Alaska se llegaron a medir más de 400 metros.
Los científicos vigilan de cerca el permafrost porque almacena cuatro veces más carbono del que el ser humano ha emitido hasta ahora. Dado que solo desde 1970 se recogen datos precisos sobre lo que ocurre cuando se descongela, aún no está del todo claro cuál es su efecto sobre el calentamiento ni qué cantidad exacta de metano y CO₂ se libera del suelo. Algunos estudios sugieren que el impacto puede ser mucho mayor de lo que se pensaba, porque, por ejemplo, no se ha tenido suficientemente en cuenta el papel de los microbios del suelo, que se despiertan en respuesta al aumento de las temperaturas y descomponen la materia orgánica almacenada en el permafrost durante años. Esto libera CO₂ y metano.
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