¿Te has pasado cocinando los espaguetis por enésima vez, tu hijo ha decorado con rotulador tu pared recién pintada o alguien se ha vuelto a saltar la cola cuando tenías prisa? No te enfades, pero cuenta hasta diez. Aunque solo sea para salvar su corazón.
De hecho, investigadores estadounidenses han demostrado que la pared vascular de tus vasos sanguíneos se ve sometida a presión, incluso en breves estallidos de ira. Este tipo de estrés aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares e ictus en pacientes cardíacos, según se ha demostrado anteriormente.
Incluso en personas sanas se ha descubierto una relación entre la ira y la salud cardiovascular. Las causas no están del todo claras, pero lo que demuestra este nuevo estudio es que si nosotros mismos nos mantenemos relajados, también lo hacen nuestros vasos sanguíneos. Curiosamente, los sentimientos de miedo y tristeza no tuvieron este efecto en la pared interna de los vasos sanguíneos, aunque investigaciones anteriores también relacionaban estas emociones con problemas cardiacos.
“Solo vimos que la ira provocaba daños en los vasos sanguíneos, pero aún no entendemos qué es lo que causa este daño”, afirma Daichi Shimbo, profesor de Medicina de la Universidad de Columbia.
Experimento, recuerdos desagradables
Los investigadores dividieron a 280 sujetos sanos en cuatro grupos, que debían realizar una tarea. Cada actividad duraba ocho minutos. Antes y después, se extrajo sangre para analizar las paredes celulares. El primer grupo tenía que evocar un recuerdo de enfado, el segundo tenía que rememorar un suceso de miedo, el tercero tenía que leer una serie de frases deprimentes para ponerse triste y el grupo de control tenía que contar hasta 100 cada vez para mantenerse emocionalmente neutro. Solo cuando se evocaba la ira se podía medir una constricción de los vasos sanguíneos tres minutos después de terminar la tarea. Este fenómeno volvió a desaparecer a los 40 minutos.
Reprimirse de todos modos
A veces se dice que es bueno dejar salir la rabia y no reprimirla. Eso puede ser mejor para su estado de ánimo o su salud mental, pero no es aplicable a su corazón. Los investigadores advierten de que hay que tener cuidado, sobre todo si uno se enfada a menudo y ya tiene un riesgo elevado de sufrir problemas cardiacos, aunque aún está por ver cómo puede afectar la ira a los vasos sanguíneos. “La investigación de los vínculos subyacentes entre la ira y el daño a los vasos sanguíneos podría conducir a mejores tratamientos para las personas con mayor riesgo de cardiopatías”, añade Shimbo. Posiblemente, esas personas podrían, por ejemplo, seguir un curso de control de la ira.
En general, parece mejor contar hasta diez antes de explotar. Tampoco es el primer estudio que demuestra que las emociones extremas pueden afectar a la salud de nuestro corazón. Los investigadores subrayan que no todas las emociones son iguales. Después de todo, no se observaron cambios en los vasos sanguíneos con el miedo y la tristeza. “Por lo tanto, no debemos meter todas las emociones negativas en el mismo saco cuando se trata de enfermedades cardiovasculares”, escriben. Además, tampoco está del todo claro hasta qué punto es reversible el daño. Al parecer, cuando desaparece la ira, los vasos sanguíneos también vuelven a dilatarse.
Síndrome del corazón roto
No es ni mucho menos la primera vez que se demuestra una relación entre las emociones y las enfermedades del corazón. Ya en los años 90, los japoneses descubrieron allí el síndrome del corazón roto, al que llaman tako tsubo: como consecuencia de un tremendo dolor emocional o estrés, las personas pueden sufrir un infarto. Según una investigación estadounidense de 2005, en el 90 % de los casos se trataría de mujeres mayores que ya tienen un corazón más vulnerable debido a sus niveles más bajos de estrógenos. Normalmente, las personas padecen el síndrome tras perder a un ser querido, de ahí su nombre. El síndrome del corazón roto se produce porque los músculos del corazón entran en una especie de hibernación. “Las células siguen vivas, pero incapacitadas, por así decirlo”, nos dijo el cardiólogo Scott Sharkey, que estudió a más de 100 pacientes con el corazón roto en 2010. A menudo habían perdido a un ser querido o habían pasado por otra experiencia traumática. En ocasiones, sus corazones solo funcionaban al 20 %, lo que hacía que la situación fuera muy peligrosa. La buena noticia: la mayoría se recuperó rápidamente. Entre 48 y 72 horas después, el corazón volvía a funcionar al 60 %. Los investigadores destacaron la rapidez con que se recuperaron los pacientes
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