Puede que lo hayas experimentado como un estímulo: un abrazo o una mano en el hombro en un momento en el que estabas pasando apuros físicos o mentales. Y, desde luego, no fue tu imaginación. De hecho, nuevas investigaciones revelan que una caricia realmente hace algo por el cuerpo y la mente. Y, lo que quizá sea aún más sorprendente, ni siquiera es necesario que provenga de un ser humano.
Así lo escriben los investigadores en la revista Nature Human Behaviour. Basan sus conclusiones en un análisis de cientos de estudios individuales realizados con anterioridad.
De la anécdota a la evidencia: difícil de investigar
Abundan las pruebas anecdóticas de que una caricia hace algo a la gente. Por ejemplo, puede que usted mismo haya sentido que el estrés se le escapaba un poco o que las emociones negativas se atemperaban un poco con un abrazo o una mano alentadora en el hombro. Pero, por supuesto, una o unas pocas de estas experiencias no prueban que el tacto ayude realmente a sentirse mejor. Así que los investigadores se preguntaron: ¿puede el tacto voluntario favorecer realmente el bienestar físico y mental de una persona? Y si es así, ¿importa realmente quién toca a las personas? Decidieron averiguarlo.
Suena mucho más sencillo de lo que realmente es. Porque, ¿cómo se puede saber qué efecto tiene el tacto sobre el cuerpo y la mente? Los científicos ya han intentado antes averiguar el efecto del tacto en el bienestar físico y mental de las personas. El resultado fueron varios estudios interesantes que no siempre llegaron a las mismas conclusiones. Probablemente, se deba a que estudiaron el efecto del tacto en el bienestar físico y mental de las personas en situaciones específicas. Para aclarar de una vez por todas el efecto general del tacto sobre el cuerpo y la mente, los investigadores adoptaron un enfoque diferente en este nuevo estudio. Combinaron esos estudios anteriores y analizaron sus resultados. Un gran trabajo: al final, los científicos analizaron 212 estudios, en los que habían participado casi 13 000 personas.
Pero el duro trabajo mereció la pena. Combinando los estudios y analizándolos conjuntamente, los investigadores pueden concluir de forma convincente que el tacto puede mejorar significativamente el bienestar físico y mental de las personas. Por ejemplo, un abrazo o una caricia pueden hacer que los adultos experimenten menos dolor, ansiedad, estrés y síntomas depresivos.
Además, el estudio también muestra que los adultos con problemas de salud mental se benefician del tacto incluso más que los adultos sanos. “Esto es especialmente relevante si se agradece la frecuencia con la que se pasan por alto las intervenciones táctiles”, cree el investigador Julian Packheiser.
Tipo de tacto, el tacto con un robot también es beneficioso
Ahora bien, por supuesto, “tacto” esEl tacto con un robot también es beneficioso un término bastante amplio. De ahí que los investigadores también se preguntaran si importa de qué manera se toca a la gente y cuánto dura el contacto. Sorprendentemente, nada de esto supone una gran diferencia; un masaje prolongado puede ser tan eficaz como un abrazo rápido. Lo que sí afecta al efecto de una caricia es la frecuencia con la que se produce. Cuanto más a menudo se produce un momento de contacto, mayor es su impacto. En este sentido, un abrazo rápido diario puede ser más eficaz que un masaje extenso semanal.
Por último, los investigadores también se preguntaron si importa a quién se toca. Y eso también arroja una conclusión interesante. Por ejemplo, el contacto con objetos o robots parece ser tan eficaz para el bienestar físico como el contacto con humanos. Y eso ofrece oportunidades, piensa el investigador Frédéric Michon. “Hay muchas personas que necesitan mejorar su bienestar, quizá porque se sienten solas o si están enfermas, por ejemplo. Estos resultados indican que un robot táctil o incluso una simple manta lastrada tienen potencial para ayudar a estas personas”. Menos eficaces son las caricias de un robot en términos de salud mental, se ven obligados a concluir los investigadores. Por ejemplo, las personas con problemas de salud mental, como ansiedad o depresión, aún parecen beneficiarse más de ser tocadas por humanos.
¿Efecto también con animales?
El estudio también plantea la cuestión de qué efecto puede tener el tacto de un animal (doméstico) en el bienestar mental y físico de las personas. Los científicos también sienten mucha curiosidad al respecto. Pero, por desgracia, hay muy pocos estudios para sacar conclusiones firmes al respecto.
El efecto en bebes recién nacidos
En su estudio, los científicos se fijaron principalmente en el efecto que el tacto tiene en los adultos. Había muy pocos datos para sacar conclusiones sobre el efecto del tacto en niños y adolescentes. Sin embargo, los investigadores también pudieron analizar el efecto del tacto en los recién nacidos. Descubrieron que, a diferencia de los adultos, para los recién nacidos es importante quién les toca. Por ejemplo, se observó que las caricias a los recién nacidos tenían un efecto positivo mucho mayor si procedían de uno de sus padres (en lugar de, por ejemplo, un “extraño”, como un médico o una enfermera). En opinión de Packheiser, esto ofrece posibilidades para el cuidado de bebés (prematuros). “La tasa de mortalidad por nacimientos prematuros es alta en algunos países y saber que un bebé se beneficia más del tacto de su propio progenitor ofrece una forma de apoyo a la salud del bebé fácil de aplicar”.
Los investigadores esperan que en el futuro se preste más atención a la investigación sobre el efecto del tacto. Porque aunque su estudio ya responde a muchas preguntas, lo más importante es que también revela que algunas preguntas son imposibles de responder con los datos de investigación existentes. “Esperamos que nuestras conclusiones puedan orientar futuras investigaciones sobre cuestiones menos conocidas”, afirma Michon. Piensa, por ejemplo, en el efecto que tiene el tacto animal. Pero también el efecto que el tacto puede tener en personas de distintas edades (incluidos niños y adolescentes) y en personas con afecciones específicas, como el autismo, por ejemplo.
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