Los investigadores saben desde hace tiempo que la concentración de CO₂ en la atmósfera disminuyó repentinamente en los siglos XVI y XVII. Sin embargo, no estaba claro cómo se produjo. Pero investigadores británicos creen haberlo descubierto ahora: las pandemias traídas al Nuevo Mundo por los colonos europeos parecen haber estado detrás de la caída del CO₂.
A esa conclusión han llegado los investigadores del British Antarctic Survey tras volver a examinar un núcleo de hielo obtenido en la Antártida hace unos años. Un núcleo de hielo de este tipo es una especie de cápsula del tiempo que (gracias a las burbujas de aire atrapadas en el hielo) puede revelar más sobre cómo era la atmósfera hace mucho tiempo (ver recuadro).
Núcleo de hielo de la Antártida
Un núcleo de hielo está formado por todo tipo de capas de hielo, que una vez comenzaron como una capa de nieve. A medida que se forman más capas de nieve (mediante sucesivas lluvias de nieve), las capas inferiores se comprimen por el peso de las capas de nieve superiores, transformándolas en capas de hielo. El aire que quedó atrapado entre los copos de nieve durante las lluvias de nieve queda así atrapado en el hielo. Y tomando muestras de esas burbujas de aire en el hielo, los investigadores pueden hacerse una idea de cómo era la atmósfera cuando se formó esa capa de nieve (posteriormente transformada en hielo). De este modo, los investigadores pueden retroceder mucho en el tiempo: los testigos de hielo suelen estar formados por capas de hielo que se formaron hace muchos siglos o incluso miles de años.
Capas de hielo formada durante 1454-1688
Para el nuevo estudio, los científicos utilizaron un núcleo de hielo de 651 metros de longitud perforado en el borde de la capa de hielo de la Antártida Occidental, cuya parte inferior albergaba hielo de miles de años de antigüedad. Para este estudio, sin embargo, los investigadores no tuvieron la ambición de mirar tan atrás; se centraron en una parte más reciente del núcleo de hielo, concretamente la sección formada por capas de hielo formadas entre los años 1454 y 1688. De hecho, el objetivo era averiguar más sobre el misterioso descenso de la concentración de CO₂ que tuvo lugar en los siglos XVI y XVII.
Para ello, los investigadores analizaron las burbujas de aire que habían quedado atrapadas en las capas de hielo y que podían dar una idea de la composición de la atmósfera en los siglos XVI y XVII. Para ello, se fijaron específicamente en la cantidad de CO₂ y metano que albergaban las burbujas de aire. Y lo que descubrieron fue que la concentración de CO₂ disminuyó alrededor de 0,5 ppm (partes por millón) por década entre 1516 y 1670. Por tanto, la cantidad de CO₂ en la atmósfera disminuyó mucho más gradualmente de lo que se suponía.
Pero la cosa no queda ahí. En su estudio, los investigadores también pueden relacionar esa disminución gradual de la cantidad de CO₂ en la atmósfera con una causa. Por ejemplo, la disminución coincide perfectamente con la que predicen los modelos cuando cambia drásticamente el uso del suelo. Y que eso ocurriera exactamente en los siglos XVI y XVII, en América. Los colonos europeos llegaron allí en esa época. Y trajeron con ellos enfermedades a las que los indígenas de América nunca habían estado expuestos, como la viruela, el sarampión y la peste.
Esto provocó grandes epidemias entre la población indígena, con muchas muertes. Y también afectó al uso de la tierra: los campos que antes cultivaban las prósperas sociedades indígenas quedaron en barbecho cuando estas dejaron de florecer e incluso se redujeron. Esto no duró mucho; los bosques circundantes avanzaron y se apropiaron de los campos. Y como esas nuevas manchas de bosque eliminaron cantidades considerables de CO₂ de la atmósfera, las concentraciones de CO₂ descendieron, argumentan los investigadores en la revista Nature Communications.
“Es realmente aleccionador poder confirmar que la última (si no la única) vez en la historia en que las actividades humanas hicieron que las concentraciones de CO₂ disminuyeran en lugar de aumentar está relacionada con la pérdida destructiva que puede asociarse a la colonización de las Américas”, afirma el investigador Thomas Bauka.
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