Cuando los humanos sangramos, tardamos un rato en dejar de hacerlo, dependiendo de lo grande que sea la herida. Una oruga adopta un enfoque más enérgico: en cuestión de segundos, su sangre se coagula.
Hay que añadir que los insectos no tienen sangre, sino hemolinfa. Este fluido no contiene glóbulos rojos, hemoglobina ni plaquetas y, en lugar de glóbulos blancos, hay hemocitos para protegerse de los virus, por ejemplo. Por lo demás, la hemolinfa está formada principalmente por agua y sirve sobre todo para transportar nutrientes y eliminar productos de desecho.
La oruga o gusano del tabaco
Al igual que la sangre, la hemolinfa se coagula rápidamente fuera del cuerpo, pero cómo lo hace ha sido un misterio durante mucho tiempo. Hasta ahora: los científicos han demostrado cómo funciona en las orugas Manduca sexta, también conocidas como gusano del tabaco, una especie de polilla. Los investigadores afirman que su descubrimiento también abre posibilidades para el desarrollo de fármacos en humanos.
“Demostramos que estas orugas pueden cerrar la herida en un minuto. Lo hacen en dos pasos: primero, en solo unos segundos, su hemolinfa acuosa se vuelve espesa y viscosa y lo que exuda se retrae en la herida”, explica el profesor Konstantin Kornev, de la Universidad de Clemson. “A continuación, los hemocitos se agrupan, empezando por la superficie de la herida, y estas células agarran la capa de hemolinfa para acabar formando una costra que sella la herida”.
Una investigación complicada
Todo esto se explica fácilmente, pero la investigación no fue sencilla, precisamente porque la cicatrización de las heridas en las orugas es muy rápida. Un gusano del tabaco, que puede llegar a medir entre 7,5 y 10 centímetros, solo tiene una cantidad mínima de hemolinfa que se solidifica en pocos segundos. Así que hay que actuar con rapidez, pero incluso con las nuevas técnicas desarrolladas específicamente para este estudio, a menudo las cosas salían mal y los investigadores tenían que volver a intentarlo muchas veces para obtener una imagen de lo que ocurría exactamente cuando hacían una herida diminuta en una oruga.
Finalmente, vieron que en los primeros cinco segundos en los que la sangre del insecto (es decir, la hemolinfa) empezaba a fluir, se comportaba igual que el agua, pero en los diez segundos siguientes, el fluido sufría una notable transformación. Ya no se desintegraba inmediatamente, sino que formaba un hilo viscoso. Al cabo de entre 60 y 90 segundos, la hemorragia se había detenido por completo y se había formado una costra en la herida. Tras investigar más a fondo, los investigadores llegaron a la conclusión de que, en pocos segundos, la hemolinfa pasa de ser un líquido acuoso a una sustancia viscosa, también llamada fluido viscoelástico.
“Un buen ejemplo de esto es la saliva”, dice Kornev. “Si te untas un poco de ella entre los dedos, se comporta como el agua: los científicos de materiales dirían que es viscosa. Pero gracias a unas moléculas muy grandes llamadas mucinas, la saliva forma un puente entre los dedos cuando los separas. Por eso viscoelástica es un nombre mejor: viscosa cuando la extiendes y elástica cuando la estiras”.
Otras especies de insectos
Los investigadores realizaron una investigación de seguimiento en otras 18 especies de insectos. Esto demostró que, también en otros insectos, la hemolinfa reacciona de la misma manera si se pone en forma de gota, por ejemplo, en un plato. Pero la respuesta al estirarla difería enormemente. En especies, como orugas y cucarachas, con la hemolinfa llena de hemocitos (es decir, los glóbulos blancos de los insectos), las gotitas podían estirarse para formar un puente, mientras que en insectos pobres en hemocitos, como polillas y mariposas, no.
“Llegamos a la conclusión de que la hemolinfa tiene la capacidad especial de cambiar instantáneamente sus propiedades materiales. Mientras que, por ejemplo, los insectos productores de seda y las arañas tienen un órgano especial para fabricar fibras, estos insectos pueden crear filamentos de hemolinfa en cualquier lugar tras una herida”, afirma Kornev. “Los hemocitos desempeñan un papel clave en este proceso, pero aún no está claro por qué las orugas y las cucarachas tienen tantos más que las mariposas y las polillas”.
Posibilidad de desarrollar nuevos fármacos
Sin embargo, los investigadores creen que este proceso podría desempeñar un papel en la producción de fármacos para humanos. “Nuestros descubrimientos abren las puertas a coagulantes sanguíneos de acción rápida. No tenemos por qué copiar exactamente el proceso bioquímico de la oruga, pero deberíamos centrarnos en desarrollar fármacos que puedan convertir la sangre en un material viscoelástico que detenga las hemorragias”, concluye Kornev.
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