Trepando, trepando y columpiándose en los árboles, caminando a cuatro patas, los humanos (y nuestros parientes más cercanos, los grandes simios) hemos ideado sorprendentes maneras de desplazarnos, pero cómo acabamos finalmente a dos patas sigue siendo en cierto modo un misterio.
Los estudios previos de los fósiles nunca han conducido a una reconstrucción definitiva de la evolución temprana de nuestro comportamiento bípedo. Pero ahora eso parece haber cambiado. Investigadores estadounidenses y chinos han estudiado el oído interno de fósiles de 6 millones de años de antigüedad del
Nosotros también tenemos un oído interno, formado por la cóclea, el nervio auditivo y el órgano del equilibrio. Los canales semicirculares forman parte del órgano del equilibrio. El oído interno convierte los sonidos en vibraciones eléctricas que el nervio auditivo envía al cerebro. “Los canales semicirculares, situados en el cráneo entre nuestro cerebro y el oído externo, desempeñan un papel crucial en el mantenimiento de nuestro equilibrio y el control de nuestra posición al caminar. El órgano del equilibrio es una parte fundamental de nuestra locomoción. Mucha gente no tiene ni idea de esto”, explica el investigador principal, Yinan Zhang, de la Academia China de Ciencias (IVPP).
“El tamaño y la forma de los canales semicirculares coinciden con la forma de locomoción de los mamíferos, incluidos los monos y los humanos. Hemos conseguido visualizar la estructura interna de cráneos fósiles utilizando las últimas tecnologías de escaneado. Esto nos ha permitido revelar los detalles anatómicos de estos canales y averiguar cómo se movían los mamíferos extintos”, dijo Zhang.
Tres etapas evolutivas
La evolución hacia la marcha sobre dos patas parece haberse producido en tres etapas. Lo explica Terry Harrison, de la Universidad de Nueva York: “Los primeros simios se desplazaban por los árboles de forma similar a como lo hacen todavía hoy los gibones en Asia. En el caso del último antepasado común de simios y humanos, es diferente. Ese se desplazaba más o menos igual que el Lufengpithecus, es decir, mediante una combinación de trepar y trepar, tirando hacia arriba por sus patas delanteras, manteniéndose erguido sobre las ramas de los árboles con dos patas y desplazándose por el suelo sobre cuatro patas”.
La mayoría de los estudios sobre la evolución de la locomoción en simios y humanoides comparaban los huesos de las extremidades, los hombros, las caderas y la columna vertebral. Por desgracia, los fósiles no eran lo bastante completos y las diferencias de locomoción entre todas las especies eran demasiado grandes para hacer una reconstrucción clara. Pero las tomografías computarizadas de cráneos de Lufengpithecus, que ya se recuperaron del suelo en la provincia china de Yunnan en la década de 1980, cambian las cosas. “Nuestra investigación demuestra que los primeros simios tenían un repertorio de locomoción similar al nuestro. Esta es la base del bipedismo humano”, afirma Xijun Ni, profesor del IVPP, “El oído interno nos ofrece una visión única de la historia evolutiva de la locomoción de los simios”. “Este método alternativo, basado en los restos del cráneo, funciona mucho mejor que el estudio de los restos fósiles del resto del esqueleto”.
“La mayoría de los simios fósiles y sus antepasados se sitúan entre los gibones y los simios africanos en términos de locomoción”, añade Ni. “Los humanoides divergieron de los grandes simios cuando empezaron a caminar sobre dos piernas. Esto puede verse, entre otros, en el Australopithecus, un antepasado humano primitivo de África”.
El cambio climático como catalizador
El cambio climático probablemente desempeñó un papel importante en la aparición de las diferencias de movimiento entre simios y humanos. “Hace unos 3,2 millones de años, hizo mucho más frío en la Tierra. Fue entonces cuando se formaron enormes capas de hielo en el hemisferio norte. Durante este periodo, la anatomía del laberinto óseo del oído interno también cambió a la velocidad del rayo. Es muy posible que este periodo de cambio climático impulsara la evolución de la locomoción en simios y humanos”, concluye Harrison.
Más información sobre el Lufengpithecus
El Lufengpithecus, un género extinto de primates, habitó hace aproximadamente entre 9 y 7 millones de años. Su tamaño era similar al de los gibones actuales y se encontraron fósiles en la provincia de Yunnan, China, indicando un hábitat en bosques tropicales. Este primate compartía características físicas tanto con simios como con los primeros homínidos.
Los estudios sugieren que Lufengpithecus tenía un repertorio de locomoción versátil, incluyendo la capacidad para trepar en árboles y desplazarse en el suelo, combinando diferentes formas de movimiento. Su importancia radica en ser un antecesor común de los simios modernos y los humanos, proporcionando valiosa información sobre la evolución temprana de la locomoción bípeda.
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