En la Edad de Piedra, los adolescentes no solo masticaban resina por diversión, sino que la utilizaban prácticamente como chicle para pegar herramientas de piedra. Este curioso hallazgo arqueológico revela una faceta sorprendente de la vida cotidiana y las prácticas utilitarias de la antigüedad.
Y, por supuesto, tampoco era chicle, sino resina. Utilizando nuevas técnicas de análisis del ADN, los investigadores suecos han descubierto ahora mucho más. La resina analizada procede de un lugar ahora llamado Huseby Klev, justo al norte de Gotemburgo, en Suecia. Allí se encontraron 115 chicles de resina a principios de la década de 1990, junto con casi 1950 piezas de sílex. Los restos tienen una antigüedad de entre 10 200 y 9400 años.
Se sabe que un trozo de resina se utilizaba hace unos 9700 años. Tiene marcas de dientes de un adolescente, lo que deja claro que fue masticada. Por cierto, no es raro encontrar este tipo de chicles en yacimientos arqueológicos de la Edad de Piedra.
Enfermedad de las encías
Lo especial, sin embargo, es que el análisis de ADN demostró que uno de los adolescentes sufría periodontitis, una grave enfermedad de las encías. Como resultado, probablemente tuvo dificultades para comer la dura carne de venado y masticar la resina.
Los trozos de resina, procedentes de abedules, se masticaban para pegar herramientas de piedra, pero también simplemente porque era agradable o como medicina. En algunos trozos, hasta la mitad del ADN era de origen humano. Eso es realmente mucho comparado con la cantidad que se encuentra normalmente en huesos y dientes antiguos.
Pero había algo más que era especial en este trozo de goma de mascar. El ADN de la resina pertenece a uno de los genomas humanos más antiguos de toda Escandinavia. Tenía un perfil de ADN específico que era común entre los cazadores-recolectores que vivían en aquella época. No mucho más tarde, los escandinavos se pasarían a la agricultura. “Creemos que los adolescentes de ambos sexos preparaban la resina para utilizarla como pegamento en herramientas. Por ejemplo, querían unir un hacha de piedra a un mango de madera”, explican los científicos Emrah Kirdök y Anders Götherström.
Todo tipo de bacterias hallados
Pero, ¿qué ocurre con la otra mitad del ADN que no era humano? La mayor parte procedía de organismos, como bacterias y hongos, que han vivido en la resina desde que fue escupida hace unos 9700 años. Pero algunas bacterias procedían de los humanos que la tenían en la boca. También se ha recuperado material que las personas masticaron antes de llevarse la resina de abedul a la boca.
“Encontramos las bacterias que cabría esperar en el microbioma de la boca, pero también había rastros de bacterias indicativas de caries, abscesos y otras enfermedades”, nos cuentan los investigadores. Pero aunque estos microorganismos eran excesivos, los niveles no eran lo suficientemente elevados como para establecer definitivamente que estas personas padecían las enfermedades mencionadas.
“Lo que sí encontramos, sin embargo, fue una abundancia de bacterias asociadas con la enfermedad grave de las encías, o periodontitis. Cuando aplicamos una estrategia de aprendizaje automático, concluimos que la niña que había masticado uno de los trozos de resina padecía periodontitis con una certeza superior al 75 %”.
Además, los investigadores descubrieron ADN de ciervo rojo, trucha marrón y avellanas. Este ADN procedía probablemente de lo que los adolescentes habían comido antes de llevarse la resina de abedul a la boca. Pero como los genomas de las plantas y los animales más grandes son más complejos que los de los microorganismos, los investigadores aún se reservan algo. Así que puede que la trucha común no fuera en realidad una trucha común, pero es seguro que se trata de un animal de la familia del salmón.
Incluso ADN de un zorro
“También descubrimos mucho ADN de un zorro, pero esto es más difícil de interpretar. Es posible que la carne de zorro formara parte de su dieta, pero estos adolescentes también podrían haber masticado los tendones o la piel de los animales para utilizarlos como vestimenta. Incluso podría darse el caso de que el ADN del zorro llegara a la resina por demarcación territorial tras ser escupido”, explica el investigador, para dejar claro que tampoco el análisis de ADN lo explica todo de inmediato.
“Pero al menos lo que hemos aprendido ha supuesto un gran avance en cuanto a nuestro conocimiento de estos fascinantes restos de la cultura humana de la Edad de Piedra. Y cuanto más analizamos, más sorpresas surgen”.
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