No solo los coches y los aviones emiten mucho CO₂, el transporte marítimo también contribuye con su parte a la crisis climática. Afortunadamente, los científicos tienen una solución: el amoníaco verde. Podría reducir las emisiones de los barcos en un 60 %.
Y ni siquiera tiene por qué ser tan complicado, según descubrieron investigadores de Oxford. Si los buques pueden repostar amoníaco verde en 10 lugares estratégicos, ya se habrá conseguido esta enorme reducción de CO₂. Además, los costes de producción del amoníaco son comparables a los de otros combustibles. Así que sería una forma estupenda de garantizar que el transporte marítimo internacional sea mucho más sostenible de aquí a 2050.
¿Dónde está la gasolinera?
Un pequeño detalle: todavía se necesitan unos 2 billones de dólares para la transición al amoníaco ecológico, principalmente para construir la infraestructura adecuada, como oleoductos y estaciones de servicio.
Las mayores inversiones son necesarias en Australia para abastecer al mercado asiático. Otros puntos estratégicos son Chile para el mercado sudamericano, California para el transporte marítimo del oeste de Estados Unidos, el noroeste de África para los buques con destino a Europa y Arabia Saudí para el mercado del sur de Asia. Así, al permitir repostar con amoníaco verde en unos pocos lugares convenientes, se cubre una gran parte del mundo.
La ecologización del transporte marítimo es más importante de lo que parece. Alrededor del 90 % de todas las mercancías del mundo se transportan en barcos. Estos queman fuel pesado y emiten una montaña de desagradables gases de efecto invernadero. De hecho, el transporte marítimo representa casi el 3 % de las emisiones totales de CO₂. Hay que reducirlo, coincide la Organización Marítima Internacional (OMI). Que ya se comprometió en 2018 al objetivo de reducir a la mitad las emisiones para 2050. Recientemente, se ha revisado este objetivo y se ha pasado a cero emisiones netas para entonces.
Objeciones prácticas
Después de que las investigaciones sobre la posibilidad de instalar depuradores de gases en los buques diésel no dieran ningún resultado, apareció el amoníaco verde como alternativa. Para fabricarlo, hay que electrolizar agua con electricidad renovable. Pero es más fácil decirlo que hacerlo. La idea ya se había planteado antes, pero se quedó estancada por objeciones prácticas, sobre todo en cuanto a cómo y dónde invertir para conseguir la infraestructura necesaria para una cadena de suministro eficiente del combustible.
“El transporte marítimo es uno de los sectores más difíciles de descarbonizar, porque requiere un combustible de alta densidad energética y es difícil coordinar a distintas empresas y países para producirlo, financiarlo y ponerlo en servicio”, explica René Bañares-Alcántara, catedrático de Ingeniería Química de la Universidad de Oxford.
Los investigadores querían encontrar una solución a eso, así que para poner a los inversores en el buen camino, desarrollaron un modelo que incluía escenarios para una cadena de suministro eficiente y global de amoníaco verde. Esto incluía la demanda de combustible, futuros escenarios comerciales y la producción, almacenamiento y transporte óptimos de amoníaco verde. Así es como finalmente llegaron a las mejores ubicaciones para que los barcos llenasen sus tanques con el combustible renovable.
“Las implicaciones de nuestro trabajo son tremendas. Gracias a nuestro modelo, la actual dependencia de los países productores de petróleo puede sustituirse por una industria más regionalizada. El amoníaco verde puede producirse cerca del ecuador, en países con abundante tierra y potencial de energía solar. Después se transporta a centros regionales donde hay una gran demanda de combustible”, concluye el profesor Bañares-Alcántara.
¿Qué es el amoníaco verde?
El amoníaco verde se obtiene dividiendo el agua. Así se crea hidrógeno y oxígeno. Con ese hidrógeno, el nitrógeno del aire, tras calentarlo y someterlo a alta presión, puede utilizarse para fabricar amoníaco, o NH3. El amoníaco verde tiene muchas ventajas. Por ejemplo, es muy limpio. Solo libera vapor de agua y nitrógeno. Tiene una alta densidad energética, por lo que es más fácil de transportar que, por ejemplo, el gas natural licuado y de almacenar en grandes depósitos. Además, proporciona la mitad de energía que un metro cúbico de GNL.
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