La contaminación atmosférica es sobre todo algo que se asocia con ciudades como Delhi en la India o Chengdu en China, pero también se está convirtiendo cada vez más en un problema africano. En Nigeria, pero también en Mali y Egipto, por ejemplo, hay ciudades que figuran entre las más contaminadas del mundo. Y el resto del mundo también se está viendo afectado por ello.
Gran parte de los habitantes de África respiran constantemente aire que contiene entre cinco y diez veces más partículas de las que la Organización Mundial de la Salud (OMS) sigue considerando saludables. Se prevé que esta situación no hará más que empeorar a medida que la población crezca rápidamente y la industrialización se acelere.
Apenas hay presupuesto
Sin embargo, hasta ahora apenas se ha hecho nada para atajar la peligrosa mala calidad del aire en África. De todo el dinero que se gasta en todo el mundo para reducir la contaminación atmosférica, solo el 0,01 % se destina a proyectos africanos. Científicos de la Universidad de Cambridge y de otras universidades escriben en Nature que solo los esfuerzos mundiales pueden restablecer un aire limpio en el continente africano.
“El uso de combustibles fósiles para cocinar, calentarse y alumbrarse, así como la extracción de carbón y el bombeo de petróleo, además de los viejos medios de transporte importados de Europa, son causas de la mala calidad del aire en los países africanos”, afirma el profesor Francis Pope, de la Universidad de Birmingham.
“El aire peligroso puede causar graves problemas de salud a las personas que tienen que respirarlo a diario. Y por si esto no fuera razón suficiente para hacer algo al respecto cuanto antes: la contaminación atmosférica en África no es solo un problema para los africanos, sino para todo el mundo. De este modo, no vamos a cumplir los objetivos climáticos mundiales y estamos fracasando en nuestra misión de atajar la crisis climática”, lanza una advertencia.
Medir para saber, queda mucho por hacer
En los últimos años, ya se han realizado esfuerzos para mejorar la calidad del aire en África. Por ejemplo, 10 grandes ciudades africanas han firmado la Declaración de Aire Limpio del C40. La contaminación atmosférica también se controla adecuadamente en cada vez más lugares de África. Es crucial cartografiar los niveles de partículas (al fin y al cabo, medir es saber), pero aún queda mucho por hacer. Los investigadores explican que se necesitan esfuerzos tanto regionales como internacionales para lograr un cambio real.
En el estudio enumeran una serie de medidas. En primer lugar, es necesario un control continuo de la calidad del aire mediante una red de sensores. En segundo lugar, es necesario invertir en energías limpias, como paneles solares y turbinas eólicas, para satisfacer las crecientes necesidades energéticas de África, que se espera que se dupliquen de aquí a 2040. En tercer lugar, hay que mejorar la gestión de los residuos para que se viertan e incineren menos. Al mismo tiempo, es importante fomentar la reutilización y el reciclaje. En cuarto lugar, hay que invertir en tecnología sostenible para que las economías africanas puedan crecer sin adoptar la tecnología sucia de otros continentes y, por último, hay que mejorar las infraestructuras para que el sector del transporte emita menos CO₂. Pensemos en un transporte público más limpio y en normas de emisión más estrictas para el combustible y los vehículos importados.
Monstruo de muchas cabezas
“La contaminación atmosférica es un monstruo complejo y multicéfalo. Requiere un planteamiento amplio y ambicioso en el que colaboren la ciencia, la política, las empresas y el público. África tiene la oportunidad de convertir la creciente voluntad política en acción. La población joven está dispuesta a dar pasos. Quieren y exigen a sus dirigentes una mejora de la calidad del aire. Esto puede acelerar la aplicación de los cinco puntos de acción mencionados”, afirma Gabriel Okello, investigador de Cambridge.
Esto también es necesario porque la contaminación atmosférica está desigualmente distribuida. La mayor parte de la carga de la contaminación atmosférica recae sobre la población más pobre, las mujeres y los niños. Están desproporcionadamente expuestos a los contaminantes y, por término medio, sufren los mayores problemas de salud.
“Este enfoque debe servir en parte para corregir esta desigualdad en África, además de mejorar la salud pública y el medio ambiente en general”, explica la investigadora Andriannah Mbandi, de la Universidad del Sureste de Kenia.
Que hay que hacer algo está claro, pero no es fácil. “No hay una solución sencilla para resolver los problemas de calidad del aire de África. Cada región y nación tiene sus propios retos específicos. Pero una actitud proactiva, junto con la aplicación de los cinco puntos de acción de este estudio, puede garantizar una reducción significativa de las partículas. Y eso conduce a personas más sanas y a un planeta más sano”, concluye el profesor Pope.
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