El cambio climático tiene muchas consecuencias, pero cultivar en zonas cercanas a los polos parece algo de ciencia ficción. Sin embargo, es un futuro que pasará en algún momento, advierten los científicos.
A medida que la Tierra se caliente, las zonas más frías serán más aptas para la agricultura. Así lo afirma un equipo de investigadores internacionales tras analizar las condiciones de vida adecuadas de 1708 cultivos. Esto demostró que unos 2,7 millones de kilómetros cuadrados de tierras vírgenes hasta ahora inutilizadas hacia los polos se transformarán hasta el punto de ser aptas para la agricultura dentro de 40 años. Aunque eso pueda parecer buena suerte, los científicos son de todo menos optimistas sobre esta predicción. “Las zonas que se están volviendo más aptas para la agricultura son los últimos lugares vírgenes de la Tierra”, afirma el investigador Ilya Maclean.
Utilizar esas zonas para la agricultura plantea grandes problemas, argumentan los investigadores. La agricultura ha sido la principal causa de pérdida de biodiversidad en la naturaleza en el pasado. En la actualidad, esto afecta sobre todo a los lugares más cercanos al ecuador, pero la agricultura también compite con la vida salvaje en el resto del mundo: desde principios de la década de 1990, 3,3 millones de kilómetros cuadrados de espacios naturales (un área aproximadamente dos veces mayor que Alaska) han desaparecido debido a las actividades agrícolas, calculan los científicos. Aunque desde entonces también se han creado muchas zonas protegidas nuevas, no parece que sean suficientes.
Reubicación forzosa
Aun así, los investigadores temen que no quede más remedio que utilizar más adelante las zonas actualmente más frías. Si las temperaturas siguen subiendo, es posible que los humanos tengan que buscar nuevos entornos para obtener cosechas. De hecho, según la predicción del equipo, el 72 % de las tierras empleadas actualmente para la agricultura perderán una biodiversidad considerable en los mismos 40 años. “Para hacer frente a esto, necesitamos comprender el impacto específico de las distintas prácticas agrícolas sobre la biodiversidad”, afirma la investigadora Alexandra Gardner. “Un paso importante para ello es entender cómo podemos mantener o mejorar el rendimiento de los cultivos en las tierras de cultivo existentes”. La investigadora está pensando en buscar prácticas sostenibles que no perjudiquen, o apenas lo hagan, a la biodiversidad natural.
Agricultura biodiversa
Esto puede hacerse, por ejemplo, cultivando en una misma explotación múltiples productos que pertenezcan o estén en sintonía con el entorno natural de la zona. “Lo que hemos visto en los últimos 50 años es que la agricultura diversa y a pequeña escala se desplazó a grandes campos con cultivos únicos”, afirma Maclean. “Para el agricultor es una forma barata de cultivar, pero es más susceptible a los efectos del cambio climático. Si se apuesta por una agricultura más biodiversa, se evita ese problema y los agricultores sufren menos si falla un cultivo”. Según los investigadores, tanto el medio ambiente como la fuente de ingresos del agricultor se preservan en gran medida, además de perturbar menos la vida silvestre.
Para ponerlo realmente en marcha, los científicos y los responsables políticos tendrán que sentarse con los agricultores, sostiene Maclean. “Nunca se conseguirá mantener fértiles las tierras de labranza si no se implica a los agricultores en el proceso de toma de decisiones”, afirma.
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