Somos un grupo de imitadores. Es la forma que tenemos de aprender de los demás. Y empieza ya en la cuna. Según una nueva investigación, los niños aprenden incluso a imitar porque ellos mismos son imitados por sus padres.
El aprendizaje social, como se le llama, constituye la base de la transmisión cultural y ha contribuido notablemente al éxito evolutivo de la humanidad. Al imitarnos unos a otros, no tenemos que seguir reinventando la rueda a base de ensayo y error. Piénsalo: si no sabes atarte los cordones, aprenderás mucho más rápido imitando a otra persona que intentándolo tú cien veces.
Pero lo curioso es que también hay que aprender a imitar. Porque ¿cómo sabes que es útil imitar a otros si, como un bebé, no tienes ni idea de cómo hacerlo? Afortunadamente, lo aprendemos a la velocidad del rayo, según una investigación de científicos de la Ludwig-Maximilians-Universität (LMU) de Múnich, que demuestra que las raíces del aprendizaje social se encuentran en la primera infancia. “Los niños aprenden a imitar porque ellos mismos son imitados por sus padres o cuidadores”, afirma el investigador principal alemán Markus Paulus.
Afecto, atención e imitación del comportamiento
Los investigadores siguieron las interacciones madre-hijo durante 12 meses. Los bebés acudieron por primera vez al laboratorio a los seis meses y tuvieron allí su última cita a los 18 meses. Durante las visitas, se les permitía jugar de diversas maneras. Mientras tanto, se estudiaba la interacción madre-hijo.
Y lo que se descubrió: las madres que mostraban más afecto al interactuar con su hijo de seis meses e imitaban más a menudo el comportamiento del pequeño, tenían hijos que imitaban mejor a los demás un año después.
Forma de comunicación
En la interacción entre padres e hijos, la imitación mutua es una forma de comunicación. Los padres responden a las señales de sus hijos, reflejan su comportamiento y lo refuerzan. El bebé copia las mismas acciones y gestos, yendo y viniendo. Esto refuerza el vínculo del niño con sus padres y sus habilidades sociales.
“Estas experiencias conducen a una conexión entre, por un lado, lo que el niño hace y siente y, por otro, lo que ve. Como resultado, se forman asociaciones importantes. La experiencia visual del niño se vincula a sus propios movimientos”, explica Paul sobre el proceso neurocognitivo.
Los niños aprenden todo tipo de habilidades diferentes por imitación, como la forma de manejar objetos físicos, gestos determinados culturalmente como saludar con la mano, así como un idioma. “Los niños son grandes imitadores. La imitación allana el camino para su desarrollo posterior. La imitación es el principio del proceso cultural hacia la plena humanización”, explica Paul. En psicología, hace tiempo que está en boga la teoría de que la capacidad de imitar es innata. Los hallazgos del equipo de la LMU aportan importantes pruebas adicionales de que esta habilidad no está oculta en los genes, sino que se aprende.
La capacidad de los niños para imitar a los demás depende de cómo respondan los padres al bebé; cuanto más atentos y amables sean los padres, mejor será el aprendizaje social del niño. En este caso, la sensibilidad representa la capacidad del cuidador para captar las señales del niño y responder a ellas de forma directa y precisa. “La sensibilidad de la madre es un indicador de cuánto tiempo le dedica y lo buena que es imitando a su hijo”, afirma Samuel Essler, otro investigador de Múnich.
Una forma especial de criar a los hijos
Por último, los investigadores también abordan la cuestión de qué nos convierte en seres sociales y qué papel desempeña la crianza en ello. “Al formar parte de una cultura de interacción social, en la que los niños son imitados, aprenden de los demás cómo funciona nuestra cultura y la interacción social dentro de ella. Este proceso se ha prolongado durante incontables generaciones y miles de años, y ha llevado a los seres humanos a evolucionar culturalmente hasta convertirse en lo que son hoy”, afirma Paul.
“A través del aprendizaje social, no es necesario reinventar una y otra vez determinadas acciones y técnicas, sino que es posible un flujo constante de transferencia de conocimientos culturales. Hemos descubierto que la capacidad de imitar es en sí misma un producto del aprendizaje cultural, y de la interacción entre padres e hijos en particular”.
Así que puede ser más importante de lo que pensabas prestar toda tu atención a tu bebé. Presumiblemente, usted imitará inconscientemente su comportamiento, tras lo cual él aprenderá a imitarle a usted. Con todas las consecuencias positivas que ello conlleva.
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