Sea cual sea la suciedad que contiene el agua que bebemos o que flota en el aire, poco podemos hacer para cambiarla. Y, por desgracia, a veces resulta ser más perjudicial de lo esperado. Por ejemplo, la exposición crónica al plomo, cadmio y arsénico aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares.
Se trata de metales pesados que se encuentran en cantidades muy pequeñas en muchos productos domésticos comunes, pero también en el aire, el agua, el suelo y nuestros alimentos. Un estudio de la American Heart Association relaciona la exposición crónica a niveles bajos o moderados de tres metales pesados (plomo, cadmio y arsénico) con las enfermedades cardiovasculares, incluidos los infartos de miocardio y los accidentes cerebrovasculares.
El plomo se acumula en el organismo, y está en todas partes
“Los estudios realizados entre grandes grupos de personas dejan claro que la exposición de bajo nivel a metales contaminantes se da en casi todo el mundo y contribuye a la incidencia de enfermedades cardiovasculares y a la muerte prematura por, por ejemplo, un infarto de miocardio”, afirma el investigador Gervasio Lamas. “Estos metales alteran funciones biológicas esenciales y afectan a casi todas las personas del mundo”, responde también la profesora de la Universidad de Columbia, Ana Navas-Acien. “Tras la exposición, el plomo y el cadmio se acumulan en el organismo y permanecen en huesos y órganos durante décadas. Solo en Estados Unidos, un amplio estudio muestra que más de 450 000 personas pueden morir cada año debido a la exposición al plomo”.
Lo más molesto es que hay muy poco que uno mismo pueda hacer al respecto. La exposición a metales pesados suele producirse involuntariamente a través de las actividades cotidianas, escriben los estadounidenses. El plomo se encuentra en todo tipo de productos, como la pintura de las casas viejas, el tabaco, el humo de segunda mano y los alimentos contaminados por aguas subterráneas, así como en los utensilios de cocina de cerámica y algunas sartenes. También se encuentra en las tuberías de agua, las especias, los cosméticos, la electrónica y las emisiones de la industria.
El cadmio está presente en algunos fertilizantes, por lo que se ha encontrado en varias hortalizas. El arsénico se ha encontrado sobre todo en las aguas subterráneas, lo que puede afectar a nuestra agua potable, pero también al suelo en el que crecen los cultivos. Se acumula sobre todo en el arroz, más que en otras plantas.
Los pobres son los más afectados
También hay diferencias significativas en el nivel de exposición. Por ejemplo, las personas corren más riesgo si viven en carreteras con mucho tráfico, cerca de fábricas o vertederos. Las casas viejas también tienen más probabilidades de estar expuestas a metales pesados, al igual que las zonas donde no se aplican correctamente las normativas medioambientales. “Se trata de un problema mundial en el que las personas con bajos ingresos están desproporcionadamente expuestas a metales pesados a través del aire, el agua y el suelo contaminados”, afirma Navas-Acien. “Si podemos reducir esa exposición en estas poblaciones, contribuiremos a reducir las desigualdades en lo que respecta a las enfermedades cardiovasculares y a mejorar la justicia ecológica”.
Estudios seguidos: ¿Qué se puede hacer?
La advertencia de los estadounidenses viene con razón. Enumeran varios estudios que mostraron riesgos significativamente mayores. Ya en 2018, por ejemplo, publicaron un estudio de revisión de 37 estudios con un total de casi 350 000 personas de más de 10 países. Demostró que las personas, que tenían más arsénico en la orina y más plomo y cadmio en la sangre, tenían entre un 15 % y un 85 % más de probabilidades de sufrir accidentes cerebrovasculares y ataques cardíacos.
Un estudio español también relacionaba ya los niveles elevados de cadmio en la orina con las enfermedades cardiovasculares. Y en China, se descubrió que más plomo en la sangre provocaba más placa en las arterias en personas con diabetes de tipo 2. Otro estudio chino halló entonces una relación entre el cadmio y el arsénico y un mayor riesgo de cardiopatías e infartos.
Pero con los metales pesados en el suelo, el agua y el aire, ¿qué podemos hacer al respecto? Los estadounidenses hacen algunas sugerencias. Por ejemplo, se debería controlar mucho más la cantidad de metales pesados presentes en la naturaleza. También habría que analizar a las personas para ver qué cantidad de sustancias tóxicas tienen en el cuerpo. Y además, habría que
Agentes quelantes
También se están investigando formas de reducir los daños ya sufridos por los metales pesados. Por ejemplo, se está investigando el efecto de los agentes quelantes. Se trata de sustancias orgánicas que forman compuestos con iones metálicos, encapsulándolos. Esto permite que el plomo y el cadmio, en particular, vuelvan a desaparecer del organismo. Por último, ciertos complementos alimenticios pueden reducir el efecto de los metales pesados y hacer que abandonen el organismo más rápidamente.
Pero por el momento, no hay mucho más que hacer que intentar mantenerse alejado de las peores fuentes de metales pesados y esperar que el daño no sea demasiado grave.
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