Por fin tenemos una buena explicación de por qué los insectos se reúnen alrededor de la luz artificial, y no es porque se sientan atraídos por ella. La luz artificial no atrae realmente a los insectos, sino que perturba su orientación durante el vuelo.
“Nuestros resultados sugieren que la luz artificial solo capta a los insectos que pasan, en lugar de atraerlos directamente desde más lejos”, escriben el biólogo Samuel Fabian, del Imperial College de Londres, y sus colegas en un artículo publicado en el servidor de preprints bioRxiv.
Navegación celeste
Hasta ahora, la principal hipótesis científica era que los insectos voladores utilizan la luz de la luna para navegar de noche y confunden la luz artificial con la lunar. Pero esta idea de la navegación celeste no explica por qué los insectos que solo vuelan de día también se reúnen alrededor de las luces. También predice que los insectos vuelan en espiral hacia las luces, y no es así.
Para averiguar qué ocurre realmente, Fabian y sus colegas filmaron a insectos en libertad alrededor de las luces con una cámara de alta velocidad, y emplearon técnicas de captura del movimiento en un espacio cerrado para seguir los movimientos precisos de otros insectos, incluidas libélulas y polillas.
Choque de insectos voladores
De todo ello surgieron tres comportamientos sorprendentes. En primer lugar, cuando vuelan por encima de las luces, los insectos a menudo se dan la vuelta e intentan volar al revés, lo que provoca que se estrellen.
En segundo lugar, los insectos, justo después de volar bajo una lámpara, empiezan a hacer un bucle. Pero si su ángulo de ascenso es demasiado pronunciado, sus alas pierden sustentación y empiezan a caer. En tercer lugar, cuando los insectos se acercan a una luz desde un lado, pueden orbitarla.
Los vídeos muestran a los insectos volando perpendicularmente a la luz en lugar de dirigirse directamente hacia ella. Pero como volar al revés y entrar en pérdida a veces hace que los insectos caigan sobre las fuentes de luz, puede parecer que vuelan deliberadamente hacia ella.
Respuesta dorsal a la luz
Lo que los tres comportamientos tienen en común es que los insectos permanecen orientados de espaldas a la luz, según Fabian y sus colegas. Por tanto, sugieren que las lámparas desencadenan la llamada respuesta dorsal a la luz. Este reflejo, presente tanto en algunos peces como en muchos insectos, es una forma que tienen los animales de averiguar qué dirección es hacia arriba, para poder mantener el cuerpo erguido. Se basa en el hecho de que, incluso de noche, el hemisferio más luminoso del campo visual suele estar hacia arriba.
Hay circunstancias en las que la respuesta a la luz dorsal puede llevar a un insecto por mal camino, como al amanecer o al anochecer. Pero los insectos utilizan una combinación de métodos para determinar qué lado está arriba, y las diferentes especies dependen en mayor o menor medida de la respuesta a la luz dorsal.
Los investigadores descubrieron que las colas de flecha (una especie de mariposa) y las moscas de la fruta, por ejemplo, no se arremolinaban cerca de la luz.
Es algo arraigado
Pero en muchas especies, la respuesta a la luz dorsal parece estar arraigada. En una sencilla simulación por ordenador, los investigadores vieron que los insectos virtuales, a los que daban una respuesta de luz dorsal, también volaban boca abajo, a horcajadas y en círculos, igual que en los vídeos de insectos reales.
La respuesta dorsal a la luz se conoce desde hace décadas, pero nunca se había propuesto como explicación de por qué la luz atrapa a los insectos, hasta ahora. “Creo que es una idea completamente plausible que la respuesta dorsal a la luz desencadene este comportamiento giratorio que hace que los insectos se queden atrapados alrededor de las luces por la noche”, dice el zoólogo Roman Goulard de la Universidad de Lund en Suecia, quien en 2018 demostró que iluminar las luces desde abajo hacía que las moscas planeadoras se estrellaran antes.
Sin mecanismo de escape
La idea también parece encajar mejor que otras explicaciones propuestas para el fenómeno. Una es que los animales vuelan hacia la luz como mecanismo de escape, porque en espacios cerrados, las fuentes de luz muestran dónde están las aberturas. Pero el hecho de que los insectos rara vez vuelen en línea recta hacia las lámparas descarta esta posibilidad, afirman Fabian y sus colegas.
Otra idea es que la luz brillante ciegue a los insectos, pero tampoco esto explica que vuelen de un lado a otro. Y varios estudios han demostrado que el calor de las lámparas no atrae a los insectos.
Desde la época romana
“La respuesta a la luz dorsal da credibilidad a una cuestión que se plantea al menos desde la época romana”, afirma el ecólogo Roy van Grunsven, que ha estudiado el efecto de la luz artificial en los insectos. “Nunca me han convencido las otras teorías”.
Como Fabian y sus colegas solo estudiaron lo que ocurre a pocos metros de una lámpara, no pueden descartar por completo un efecto de atracción de la luz a mayor distancia, pero creen que es poco probable.
Esperan que su investigación ayude a encontrar formas de minimizar los efectos nocivos de la luz artificial sobre los insectos, que pueden estar contribuyendo a su declive global. “Reducir las luces brillantes, sin apantallar y orientadas hacia arriba reducirá el impacto sobre los insectos voladores por la noche”, escriben los investigadores.
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