Ahora que los investigadores entienden mejor cómo ataca este analgésico a la inflamación, pueden buscar alternativas mejores con menos efectos secundarios.
La aspirina es un fármaco antiinflamatorio ampliamente conocido que lleva más de un siglo en el mercado. Este analgésico es uno de los fármacos más utilizados en el mundo; millones de personas lo toman regularmente para combatir el dolor, la fiebre y la inflamación. Además, muchas personas con mayor riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares también toman una “aspirina” a diario para prevenir infartos o derrames cerebrales. A pesar de ser ingerida con frecuencia por muchos, los científicos aún no comprenden exactamente cómo funciona la aspirina. Ya es hora de averiguarlo.
La aspirina
La aspirina (ácido acetilsalicílico) es un fármaco analgésico, antifebril y antiinflamatorio. “Es un medicamento mágico”, escribe el investigador Subhrangshu Mandal. “A menudo se utiliza una dosis baja como anticoagulante para reducir el riesgo de enfermedades cardiovasculares”. Esto se debe a que la aspirina inhibe la formación de coágulos sanguíneos que pueden obstruir las arterias. Pero la aspirina también tiene un lado oscuro. “Su uso prolongado puede provocar hemorragias internas y daños en los órganos”, continúa Mandal. “Por desgracia, aún no existen fármacos más seguros. Por eso urge encontrar nuevos antiinflamatorios eficaces y seguros, con menos efectos secundarios.”
Efectos hallados
En esa búsqueda, Mandal y sus colegas han sometido ahora a la aspirina a una inspección más minuciosa. “Hemos intentado comprender el mecanismo de acción detallado de la aspirina y averiguar exactamente cómo reduce la inflamación y el dolor y diluye la sangre”, afirma. Lo que sabemos hasta ahora es que la aspirina inhibe la llamada enzima ciclooxigenasa (COX para abreviar).
“Se trata de una enzima que desempeña un papel fundamental en las respuestas inflamatorias”, explica Mandal. “Pero sospechamos que no es la única diana de la aspirina. Es posible que haya otras que aún no hayamos descubierto”. En un nuevo estudio, Mandal y sus colegas se lanzan a la caza de estas dianas aún desconocidas de la aspirina, en un intento de saber más sobre el mecanismo de acción del analgésico.
La búsqueda del investigador ha dado sus frutos. Mandal tiene ahora una idea mucho más clara de cómo ataca el analgésico a las infecciones. El proceso es un poco complicado. Pero así está la cosa: “nuestro estudio demuestra que la aspirina reduce el nivel de inflamación, entre otras cosas, disminuyendo el nivel de citoquinas nocivas”, explica el investigador.
Las llamadas citocinas
Las citoquinas son pequeñas proteínas que pueden producir muchos tipos diferentes de células implicadas en la inflamación. La red de citocinas se compone de citocinas proinflamatorias, que promueven la inflamación, y de citocinas antiinflamatorias, que la inhiben. Durante las infecciones bacterianas, aumenta la producción de citocinas. El equilibrio entre citocinas pro y antiinflamatorias determina en gran medida el curso de una infección. “Al producirse una infección, nuestras células inmunitarias se activan, lo que a su vez desencadena la producción de diversas citocinas y moléculas inflamatorias que, en última instancia, nos ayudan a combatir las infecciones”, aclara Mandal. “Por cierto, la aspirina no solo regula la producción de citocinas, sino que también afecta a muchas otras proteínas y ARN no codificantes relacionados con la inflamación y la respuesta inmunitaria”.
Descomposición del triptófano
En resumen, la aspirina combate la inflamación eliminando las citoquinas proinflamatorias perjudiciales. Pero eso no es lo único que desencadena la aspirina. “También descubrimos que la aspirina ralentiza la descomposición del triptófano (un aminoácido) en cinurenina”, continúa Mandal. “Lo hace inhibiendo ciertas enzimas conocidas como IDO1. En concreto, el metabolismo del triptófano desempeña un papel fundamental en la inflamación y la respuesta inmunitaria. La inflamación induce la expresión de IDO1 y, por tanto, convierte el triptófano en cinurenina. Pero ahora hemos descubierto que la aspirina regula a la baja la expresión de IDO1 y la producción de kinurenina asociada durante la inflamación. Dado que la aspirina es un inhibidor de la COX, esto sugiere una posible interacción entre la COX y la IDO1 durante la inflamación”.
Ahora que los investigadores comprenden mejor cómo funciona exactamente la aspirina, pueden aprovechar lo aprendido para desarrollar alternativas más seguras y eficaces. Hasta entonces, Mandal aconseja precaución con la aspirina. “Conozca los beneficios y los riesgos”, subraya. “Además, consulte siempre a un médico antes de tomar el fármaco de forma crónica o a largo plazo”.
Inmunoterapia contra el cáncer
Pero los hallazgos no solo allanan el camino hacia fármacos con menos efectos secundarios. Por ejemplo, los resultados también pueden tener implicaciones para mejorar la inmunoterapia contra el cáncer. “IDO1 es una diana importante para la inmunoterapia, un tratamiento que ayuda al sistema inmunitario del organismo a detectar y destruir las células cancerosas”, explica Mandal. “Como ahora hemos descubierto una posible interacción entre la COX y la IDO1, podría ser que los inhibidores de la COX (como las aspirinas) fueran fármacos potenciales para la inmunoterapia y el cáncer”.
Mandal y su equipo están creando ahora una serie de pequeñas moléculas que modulan la interacción entre la COX y la IDO1. El objetivo es estudiar hasta qué punto estas moléculas pueden utilizarse como fármacos antiinflamatorios y agentes inmunoterapéuticos. “Además de investigar a fondo la biología de la inflamación, sueño con desarrollar nuevos fármacos y tratamientos eficaces para enfermedades crónicas e inflamatorias en humanos”, adelanta Mandal. “Por eso espero que nuestro proyecto produzca nuevos fármacos para tratar enfermedades inflamatorias y metabólicas, además de ayudar a mejorar la inmunoterapia”.
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