¿Su corazón se parece a una pelota de béisbol o tiene una forma más parecida al clásico corazón que se ve en San Valentín? La forma de su corazón podría predecir el riesgo de padecer ciertos problemas cardiacos.
Un estudio realizado con casi 39 000 personas demuestra que la forma del corazón dice algo sobre futuros problemas cardiacos. Resulta que las personas con un corazón más redondo y bulboso, similar a una pelota de béisbol, tienen más probabilidades de sufrir enfermedades del músculo cardiaco y fibrilación auricular que las que tienen un corazón de San Valentín.
A los cardiólogos les gusta tomar imágenes del corazón, por ejemplo, mediante ecografía o con escáneres de resonancia magnética, señala el cardiólogo Shoa L. Clarke, de la Universidad de Stanford. Pero al hacerlo, nos fijamos sobre todo en el tamaño y la función del corazón. ¿Y la forma?
Riesgo esférico
Estudios anteriores habían demostrado que tras un infarto, o cualquier otra dolencia cardiaca, la forma del corazón cambia. El órgano que bombea la sangre parece entonces más redondeado. Por ello, Clarke y sus colegas se preguntaron si la forma de un corazón sano dice algo sobre futuros problemas cardiacos.
Para ello, los investigadores analizaron mediante inteligencia artificial (IA) las imágenes de resonancia magnética del corazón de 38 897 adultos sanos. Para ello se basaron en el Biobanco del Reino Unido, un estudio de bases de datos británico que recoge información de miles de personas para investigar la contribución de la predisposición genética y los factores ambientales en el desarrollo de enfermedades.
Este análisis demostró que los corazones sanos se presentan de distintas formas. Incluso alguien que nunca ha padecido una cardiopatía puede tener un corazón esférico.
Genes y problemas cardiacos
A continuación, realizaron un seguimiento de los participantes en el biobanco hasta 10 años después de la resonancia magnética. “Descubrimos que las personas con un corazón esférico tenían un 31 % más de probabilidades de desarrollar fibrilación auricular”, afirma el cardiólogo David Ouyang, del Smidt Heart Institute. La fibrilación auricular es un trastorno del ritmo cardiaco en el que los latidos son irregulares y, a menudo, demasiado rápidos o demasiado lentos. Ouyang: “Y tienen un 24 % más de probabilidades de desarrollar miocardiopatía, una enfermedad del músculo cardiaco”.
Los investigadores también analizaron la información genética disponible de los participantes en el biobanco. Examinaron si había rasgos genéticos detrás tanto de la forma bulbosa del corazón como de la predisposición a padecer enfermedades cardiacas.
“Al examinar la genética de la esfericidad, encontramos cuatro genes asociados a la cardiomiopatía”, afirma Ouyang. “Tres de ellos también están relacionados con un mayor riesgo de fibrilación auricular”.
Los investigadores concluyen que la cardiomiopatía puede causar bulbosidad cardiaca incluso antes de que se manifieste la cardiopatía. Por tanto, un corazón bulboso podría indicar anomalías moleculares o celulares subyacentes que conduzcan a un mayor riesgo de cardiomiopatía o fibrilación auricular, escriben.
Más abultado no es mejor
Los investigadores subrayan que es necesario seguir investigando para estar seguros de que la forma del corazón es un buen indicador. Además, señalan que un corazón más redondo no es garantía de cardiopatía. Clarke: “Es solo una característica de las personas con mayor riesgo”.
Ouyang: “Igual que antes descubrimos que un corazón más grande no siempre es mejor, ahora estamos descubriendo que un corazón más redondo tampoco es mejor”.
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