Investigadores estadounidenses han descubierto una fuente inesperada de PFAS en las aguas residuales: el papel higiénico. Estos contaminantes en nuestras aguas residuales acaban volviendo a las aguas superficiales, con efectos adversos para los ecosistemas y los seres humanos.
Todos usamos papel higiénico y lo tiramos por el retrete, al alcantarillado. Sin embargo, resulta ser más perjudicial de lo que se pensaba. Investigadores de la Universidad de Florida han descubierto PFAS nocivos en el papel higiénico.
Los investigadores analizaron rollos de papel higiénico de distintas partes del mundo: África, Europa Occidental, América del Norte, del Sur y Central, y encontraron seis tipos de PFAS en ellos. Además, hallaron PFAS en los lodos que quedan tras el tratamiento de las aguas residuales en varias depuradoras norteamericanas. También calcularon la contribución de los PFAS presentes en el papel higiénico a la cantidad total de PFAS en las aguas residuales. En Estados Unidos y Canadá era del 4 %, pero ascendía al 35 % en Suecia y hasta el 89 % en Francia. Los resultados se publicaron en la revista Environmental Science & Technology Letters.
Propiedades útiles de las PFAS
PFAS son las siglas en inglés de sustancias poli y perfluoroalquiladas. Es un nombre colectivo para miles de sustancias fabricadas por el hombre y que, por tanto, no se dan de forma natural en el medio ambiente. Estas sustancias repelen la suciedad, la grasa y el agua y son resistentes a las altas temperaturas. Por eso se añaden a bastantes productos de consumo, como sartenes y cosméticos. Y resulta que también están en el papel higiénico.
Ya se había demostrado anteriormente que los PFAS pueden aparecer en productos de papel, ya que se utilizan en la fabricación de pasta de papel. Como el papel higiénico suele fabricarse con papel reciclado, las sustancias pueden acabar en el papel higiénico.
En muchos lugares las aguas residuales no reciben un adecuado tratamiento. |
Consecuencias para las personas y los animales
A través de las aguas residuales, los PFAS acaban llegando a las aguas superficiales. Allí se propagan con facilidad y se descomponen muy lentamente. Esto permite que se acumulen en la naturaleza. A continuación, los seres humanos pueden ingerir los PFAS a través del agua potable. Entre los posibles efectos nocivos de algunos tipos de PFAS figuran la reducción de la función del sistema inmunitario, problemas de fertilidad y un mayor riesgo de padecer ciertos tipos de cáncer.
Los animales también están expuestos a los PFAS a través de los vertidos de aguas residuales, a las aguas superficiales, que se acumulan en sus organismos. La cantidad de PFAS en los animales aumenta a medida que se asciende en la cadena alimentaria. Está claro que los PFAS también pueden tener efectos adversos en los animales, pero aún se están investigando ampliamente los efectos específicos.
Esta investigación la llevan a cabo, entre otros, los estudiantes de doctorado Skylar Xie y Ioanna Gkika en el grupo de investigación del ecotoxicólogo Michiel Kraak. Los tres coinciden en que los resultados del estudio estadounidense confirman principalmente lo que en realidad ya sabíamos: Los PFAS están en todas partes, incluso en los productos domésticos.
“Según ellos, encontrar fuentes de PFAS en el medio ambiente es importante, pero quizá lo sea aún más investigar materiales alternativos que puedan sustituir de forma segura a los PFAS”. “Además, deberíamos aprender de nuestros errores y probar los nuevos materiales de forma más exhaustiva y diferente a como se ha hecho con sustancias como los PFAS, antes de que dentro de 10 años se descubra de nuevo que, después de todo, no eran una alternativa tan buena”, añade Gkika.
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