Se trata de un descubrimiento que puede resultar útil, entre otras cosas, cuando queramos arreglar (por enfermedad o por envejecimiento) nuestras cabezas calvas.
Los ratones, los caballos e incluso nuestros parientes, los orangutanes, lo tienen: un pelaje. Pero los humanos tenemos que prescindir de él. Sin embargo, un nuevo estudio, publicado en la revista eLife, arroja más luz sobre esta cuestión. Para el estudio, los científicos se adentraron en los genomas de 62 especies animales sin pelo, incluidos los humanos. Y la investigación revela, entre otras cosas, que los humanos aún poseemos el material genético que hace posible un pelaje espeso a la manera del ratón o el orangután, pero que los genes simplemente ya no están activos.
No es muy sorprendente
Aunque pueda resultar un tanto rocambolesco, no es muy sorprendente, según el investigador Nathan Clark. “Porque, en primer lugar, los humanoides perdieron el vello corporal hace relativamente poco, en algún momento de los últimos millones de años. Y además, los mamíferos comparten muchos genes subyacentes a ciertos rasgos, e incluso cuando esos genes se desactivan, sus restos pueden persistir durante mucho tiempo”.
La investigación
El descubrimiento de que aún poseemos el conjunto de genes que subyace al pelaje grueso es consecuencia de un estudio poco habitual. “Utilizamos un enfoque creativo”, afirma el propio Clarke. “En el que empleamos la diversidad biológica para averiguar más sobre nuestro propio material genético e identificar regiones de nuestro genoma que contribuyen a algo importante para nosotros”. En este caso: nuestro cuerpo sin pelo.
En concreto, los investigadores buscaron en el material genético de especies sin pelo (desde ratas topo desnudas hasta elefantes y desde delfines hasta humanos) genes que evolucionaran más rápido que en sus homólogos peludos. “Como las especies peludas necesitan ese pelo, las mutaciones en los genes productores de pelo se eliminan de la población”, explica. “Principalmente, porque los animales con estas mutaciones tienden a tener menos descendencia. Pero una vez que el pelo deja de tener importancia, esas mutaciones pueden permanecer. Durante un largo periodo de tiempo, esas mutaciones se acumulan y eso hace que el gen en cuestión cambie más rápido que en las especies peludas”.
Viejos conocidos y nueva información
Al examinar el material genético de este modo, los investigadores descubrieron varios genes asociados previamente al vello corporal. Revela que el planteamiento funciona. Además, el cribado también reveló genes que (a juzgar por sus mutaciones y otras características, como ser activos en la piel, por ejemplo) parecen influir en el vello corporal, pero que en realidad no se habían asociado a él antes.
Otros mamíferos “desnudos”
Además, la investigación sugiere que los humanos no somos los únicos en los que los genes del pelaje completo simplemente están desactivados. En su estudio, los científicos identifican otros mamíferos (en ramas muy diferentes del árbol genealógico evolutivo) que también se deshicieron de su pelaje (en épocas distintas) desactivando ese conjunto de genes comunes subyacentes al vello corporal. Entre ellos figuran, por ejemplo, los antepasados de los hipopótamos, los delfines y las ratas topo desnudas. “Dado que el ancestro compartido por todos los mamíferos era peludo, todas las especies de mamíferos comparten la mayoría de los genes subyacentes a la producción de pelo”, argumenta Clarke. “Teniendo esto en cuenta, no es de extrañar que algunos mamíferos desactivaran ese mismo conjunto de genes para deshacerse del vello corporal”.
Diferentes motivos
Mientras tanto, las razones para deshacerse de ese vello corporal varían. Los delfines sin pelo, por ejemplo, se deslizan por el agua mucho más fácilmente, mientras que los elefantes sin pelo simplemente se enfrían más fácilmente en su clima cálido. No está del todo claro por qué los humanos se despojan de su pelaje. Y este estudio tampoco se diseñó para responder a esa pregunta, subraya Clarke. “Pero una teoría popular es que los humanoides, una vez que abandonaron los bosques, desarrollaron la capacidad de refrigerarse eficazmente mediante el sudor”, explica Clarke. “El vello corporal hacía más difícil refrescarse eficazmente a través del sudor, por lo que resultaba más ventajoso perder pelo”. Y esto puede haber ocurrido posteriormente con bastante rapidez. “El pelaje posiblemente desapareció rápidamente una vez que los humanoides cambiaron la sombra de los bosques por el terreno abierto”.
Más sobre los genes
Los genes son segmentos de ADN que contienen la información necesaria para la construcción y el funcionamiento de todas las células vivas. Cada célula contiene una copia completa del genoma, que es el conjunto completo de todos los genes de un organismo. Los genes se encuentran en cromosomas, que son estructuras dentro de las células que contienen el ADN.
Los genes contienen información esencial sobre cómo un organismo se desarrolla, crece y se reproduce. Contienen la información para producir proteínas, que son moléculas esenciales para la vida. Por ejemplo, los genes contienen la información para producir enzimas que catalizan reacciones químicas en las células, hormonas que regulan las funciones del cuerpo, y anticuerpos que protegen contra las enfermedades.
Los genes también controlan el desarrollo de características fenotípicas, como el color del cabello, los ojos, y la estatura. La información genética se transmite de una generación a otra a través de la reproducción celular y la reproducción sexual. Los científicos estudian los genes para entender cómo se heredan las características y cómo los genes afectan a la salud y enfermedad humana.
Podría ayudar contra la calvicie
La investigación proporciona más información sobre los cambios genéticos que pueden subyacer a este cambio tan profundo, ayudando a explicar cómo perdimos nuestro pelaje. Pero la investigación no solo tiene implicaciones para nuestra comprensión del pasado. Porque también da pistas, por ejemplo, sobre un problema al que se enfrenta la gente en 2023: la calvicie, ya sea por vejez o por enfermedad. De hecho, además de genes específicos, los investigadores identificaron en su estudio las denominadas regiones reguladoras del genoma que influyen en gran medida en el vello corporal. Estas regiones no codifican componentes del cabello, pero influyen indirectamente, ya que determinan cuándo y dónde se activan determinados genes. “Creemos haber descubierto nuevas regiones reguladoras que son importantes para la generación o el mantenimiento de los folículos pilosos”, afirma Clarke. “Si las pruebas experimentales confirman que controlan los folículos pilosos, entonces podrían desarrollarse potencialmente nuevos tratamientos sobre esa base, destinados a estimular el crecimiento del pelo en lugares donde los folículos pilosos se han rendido”
Pero la investigación tiene más implicaciones, que además se extienden más allá del crecimiento del pelo (o la falta de él). Por ejemplo, el método utilizado también puede servir para empezar a comprender mejor otros acontecimientos de nuestra historia. “Es importante una comprensión fundamental de los procesos de desarrollo en juego en los mamíferos. Y nuestro planteamiento (que demostramos en este estudio) también puede aplicarse a muchos otros rasgos”. Por ejemplo, el enfoque puede utilizarse para identificar regiones genéticas que influyen en la esperanza de vida o (la prevención del) cáncer. “Así podremos conocer mejor y en profundidad nuestra propia genética y nuestra salud”.
Sin comentarios