En un frío día de febrero de 2021, un ardiente cometa de cola larga iluminó el cielo nocturno de Alberta (Canadá). La bola de fuego sacudió la ciencia hasta sus cimientos.
Esto se debe a que el cometa se aproximaba desde la nube de Oort y estaba compuesto de material rocoso. Hasta ahora, se suponía que los cometas procedentes de esta inmensa nube situada en los confines de nuestro sistema solar solo podían estar formados por distintos tipos de hielo, como hielo de agua, metano, etano, monóxido de carbono o cianuro de hidrógeno.
La nube de Oort está formada por miles de millones de objetos similares a cometas que rodean nuestro sistema solar. El astrónomo holandés Jan Hendrik Oort acuñó esta hipótesis en 1950. Según Oort, existe una nube estable de la que de vez en cuando sale un cometa en dirección a la Tierra, con un periodo orbital de miles de años, como el conocido cometa Hale-Bopp. Más cerca de la Tierra, están el cinturón de Kuiper y el disco disperso, dos discos llenos de desechos fuera de la órbita de Neptuno. De ahí proceden los cometas periódicos con un período orbital inferior a doscientos años, como el cometa Halley. El material de esta colección más cercana de desechos espaciales suele consistir en rocas.
Misteriosa nube de Oort
Según la hipótesis, las estrellas que pasan, que también pueden tener su propia nube de Oort en su envoltura exterior, a veces empujan a los viajeros helados de “nuestra” nube de Oort hacia el Sol. Podemos entonces observar estos cometas como largas rayas luminosas, a medida que el material helado se evapora y desprende color. Los científicos aún no han observado directamente ningún objeto en la Nube de Oort, pero todo lo que se ha movido hacia nosotros hasta ahora parecía estar hecho de hielo. Hasta el descubrimiento del año pasado. Y eso pone patas arriba nuestra comprensión de los orígenes de nuestro sistema solar. Solo deberían existir objetos helados en estas regiones exteriores; no hay lugar para material rocoso en las teorías.
Sin embargo, la astronomía no puede ignorar el meteoroide rocoso, que surcó el cielo del centro de Alberta como una deslumbrante bola de fuego. Numerosos astrónomos profesionales y aficionados filmaron la inmensa bola de fuego y analizaron los datos y las imágenes. Un equipo de la Universidad de Ontario Occidental concluyó que todo apunta a que el origen del cometa se encuentra justo en el centro de la nube de Oort.
Nos obliga a replantar la teoría de formación
“Este descubrimiento nos obliga a pensar en un modelo totalmente distinto de la formación del sistema solar, que apoya la idea de que cantidades significativas de material rocoso volaron junto con objetos helados en la nube de Oort”, afirma el experto en meteorofísica Denis Vida. “Las conclusiones de nuestra investigación son incoherentes con los modelos más comunes que describen la formación del sistema solar. Esto cambia completamente las reglas del juego”.
Las cámaras supernítidas del Observatorio Global de Bólidos (GFO) de la Universidad de Alberta captaron el meteoroide rocoso de unos 2 kilogramos de peso, el tamaño de un pomelo, y captaron el último tramo de su viaje a través del sistema solar y de la atmósfera terrestre. Esto permitió al equipo calcular que la roca espacial se movía en una órbita que normalmente solo recorren los cúmulos de hielo de la nube de Oort.
“En setenta años de observaciones regulares de bólidos, este es uno de los más extraordinarios jamás registrados. Es asombroso cómo la GFO, que se puso en marcha hace cinco años y amplió así enormemente su alcance, ha conseguido reunir a expertos científicos de todo el mundo”, afirma el investigador principal de la GFO, Hadrien Devillepoix. “Esto nos permite encontrar y estudiar meteoritos más valiosos, pero quizás lo más importante es que ahora conseguimos rastrear directamente estos raros acontecimientos y almacenar los datos que son tan esenciales para comprender nuestro sistema solar.”
Pruebas sólidas como una roca
¿Por qué se piensa ahora que la bola de fuego de Alberta era de roca y no de hielo? La masa espacial penetró en la atmósfera mucho más profundamente que los objetos helados que volaron hacia la superficie de la Tierra en órbitas similares en el pasado. Se rompió en pedazos exactamente igual que una bola de fuego se rompe en secciones rocosas. Esto demuestra que este trozo de basura espacial está hecho de roca y no de hielo.
“Queremos averiguar cómo llegó este meteoroide rocoso al borde de nuestro sistema solar porque queremos entender nuestros propios orígenes. Cuanto mejor comprendamos las condiciones en las que se formó el sistema solar, mejor entenderemos lo que fue necesario para la aparición de la vida en la Tierra”, explica Vida. “Queremos pintar un cuadro lo más exacto posible de estos primeros momentos del sistema solar, que fueron tan cruciales para todo lo que ocurrió después”.
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