Una nueva investigación puede ayudar a explicar por qué, en su experiencia, ese viaje en tren en hora punta no se acaba.
Hay 60 segundos en un minuto, 60 minutos en una hora y 24 horas en un día. Todos lo sabemos. Como también sabemos todos que nuestra percepción del tiempo es mucho más voluble. Por ejemplo, un día aburrido en la oficina puede, en su percepción, durar mucho más que la semana de vacaciones que lo precedió.
En el tren abarrotado
Científicos británicos han descubierto ahora un contexto totalmente nuevo en el que nuestra percepción del tiempo puede cambiar de forma impresionante. Mediante experimentos, demuestran que el tiempo también parece avanzar mucho más despacio cuando estamos en un metro, tren u otro medio de transporte público abarrotado. “El hacinamiento cambia nuestra percepción del tiempo”, concluye la investigadora Saeedeh Sadeghi. “El hacinamiento provoca estrés y, por tanto, da la sensación de que el viaje dura más”.
Experimento
Como ya se ha dicho, los investigadores basan esta conclusión en experimentos. En ellos, las gafas de RV desempeñaron un papel fundamental. Más de 40 sujetos se pusieron esas gafas y acabaron en un entorno simulado. En este caso, simulaban un viaje subterráneo que duraba 60, 70 u 80 segundos. Las aglomeraciones en el metro también variaron: los sujetos tuvieron que compartir su compartimento virtual con entre 35 y hasta 175 pasajeros virtuales. Después de cada “viaje”, los sujetos debían indicar lo agradable que les había resultado (en una escala de 1 a 7). También se les pidió que calcularan la duración del viaje.
Resultados
El estudio muestra que los sujetos sentían que su viaje en un metro abarrotado duraba de media un 10 % más que cuando no estaba abarrotado. Sin embargo, no eran las multitudes en sí las que ralentizaban el tiempo en los metros abarrotados, explicó Sadeghi. “Pedimos a la gente que valorara lo agradable que había sido su viaje y estimara su duración. Así que por cada viaje teníamos dos marcas”. A continuación, los investigadores utilizaron el análisis matemático de esas dos calificaciones para buscar el mediador: una variable que explica la relación entre dos variables (en este caso, el grado en que las personas consideran agradable el viaje y su estimación de la duración del mismo). “Nuestros resultados revelan que los sentimientos negativos pueden explicar por qué la gente sobrestima la duración del viaje. Por tanto, el aumento de la afluencia de gente no afecta directamente a la percepción del tiempo, solo si a la persona le molesta. Si a una persona le parece bien ese ajetreo, el ajetreo tampoco hace que el tiempo pase más despacio desde su punto de vista. Pero si una persona se estresa mucho por esas aglomeraciones, la duración del viaje se alarga mucho en su percepción. Coincide con investigaciones anteriores que demuestran que las películas negativas parecen durar más que las neutras, aunque en realidad ambas duran lo mismo”.
Que el estudio arrojara resultados tan evidentes sorprendió a Sadeghi. “Cuando empezamos el experimento, no estábamos seguros de que una multitud de avatares virtuales pudiera evocar los sentimientos negativos que se pueden experimentar en la vida real (en un tren o un metro abarrotados, etc.)”, explica. “Los sujetos se encontraban en una sala vacía en la que no había nadie más que un investigador, pero se veían a sí mismos porque llevaban gafas de RV en una multitud virtual. Si lo piensas con lógica, no hay razón para sentirse incómodo en medio de una multitud de avatares tan falsos. Pero, al parecer, esa desagradable sensación que te invade en una multitud surge de forma más automática que ese razonamiento lógico.”
Estudios anteriores ya demostraron que la complejidad de la situación en la que te encuentras e incluso la velocidad a la que late tu corazón pueden afectar a tu percepción del tiempo. “Este estudio muestra cómo nuestra experiencia diaria con la gente y las emociones subjetivas que conlleva también pueden influir significativamente en nuestra percepción del tiempo”, argumenta Adam Anderson. “El tiempo es más de lo que marca el reloj”.
Para las personas que suben a diario a trenes abarrotados, esto puede resultar reconocible. Pero no inevitable. Por ejemplo, puede tomar sus propias medidas para regular sus sentimientos negativos y, así, la duración percibida de su viaje. “Por ejemplo, replanteando la situación de forma positiva”, explica Sadeghi. “En un tren abarrotado, puedes hacerlo pensando en los aspectos positivos de las aglomeraciones; en cómo te sientes más seguro entre la multitud, por ejemplo. También puedes intentar desviar tu atención de la fuente de los sentimientos negativos. Si te sientes mal entre la multitud, también puedes sumergirte en un audiolibro o mirar al exterior e intentar olvidarte de la multitud”. Pero los transportistas también pueden tomar medidas. “Por ejemplo, reduciendo las aglomeraciones, haciendo circular los trenes con más frecuencia o utilizando composiciones más grandes. También pueden hacer más agradable el viaje poniendo música o colgando pantallas que muestren imágenes que hagan sentir bien a la gente o la distraigan de la multitud. Incluso ventanas más grandes en un tren pueden ayudar a reducir la sensación de hacinamiento”. Y así también acortar la duración del viaje, al menos instintivamente.
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