Los implantes cerebrales son una de las biotecnologías más prometedoras. Permitirán a los paralíticos comunicarse con su entorno o reconocer objetos a los que no tienen vista. Algunos visionarios, como Elon Musk, también esperan potenciar la inteligencia.
Pero la tecnología tiene muchos opositores que argumentan que aún no conocemos sus efectos a largo plazo sobre la salud humana. Pero el argumento se sostiene sobre un terreno inestable, al menos desde la perspectiva de Nathan Copeland, que lleva el chip desde hace más de siete años.
Siete años con un chip en el cerebro
El citado estadounidense, paralizado de pecho para abajo desde un accidente de tráfico en 2004, se convirtió en el receptor del chip en un experimento de la Universidad de Pittsburgh en 2015. La revista Wired escribe sobre él.
El chip BCI (Brain to Computer Interface), que actúa como interfaz entre el cerebro y el ordenador, le permite utilizar sus pensamientos para controlar un ordenador, jugar a videojuegos y mover un brazo robótico.
Los fabricantes del chip (Blackrock Neurotech de Utah) esperaban que su implante durara como máximo cinco años. Pero ahora dura dos años más y no muestra signos de fallar pronto.
El chip es relativamente sencillo: tiene 400 microelectrodos que convierten sus impulsos nerviosos en órdenes informáticas. Se espera que los futuros chips tengan más de mil microelectrodos, y cuantos más haya, más información podrá transmitirse.
El futuro de los implantes
"Parece que hemos llegado al límite real del uso práctico de estos chips", dijo Jane Huggins, directora del Laboratorio de Interfaz Cerebral Directa de la Universidad de Michigan, a Wired
Pero se espera que la sensibilidad de los chips disminuya con los años. En pruebas con monos, los implantes cerebrales han durado más de 10 años. Pero los monos no necesitan una interfaz tan sensible como los humanos más inteligentes. Además, los implantes de Copeland funcionaron mejor en el primer año después del levantamiento.
El cuerpo es un entorno agresivo para la electrónica, y los tejidos pueden desencadenar una respuesta inmunitaria en respuesta a los implantes que no es saludable, reduciendo la sensibilidad de la detección de señales eléctricas en el cerebro.
Pero se han probado varios métodos que podrían reducir estos problemas, desde los electrodos flexibles hasta los recubiertos de hidrogel. Sin embargo, todos están todavía en desarrollo. No obstante, lo ideal sería aumentar la sensibilidad de los detectores para poder registrar la actividad cerebral fuera de la cabeza.
Copeland, receptor del implante, ha declarado a la revista Wired que intenta "seguir la corriente" y que espera ver una actualización del chip actual en los próximos cinco o diez años.
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