Un comentario desagradable lanzado de niño puede no olvidarse décadas después. Un insulto de un colega puede golpear con fuerza. Eso es porque ese comentario se siente como una bofetada en la cara.
Esta es la conclusión de un nuevo estudio publicado en Frontiers in Communication. Los investigadores utilizaron un EEG (electroencefalograma) en el que se mide eléctricamente la actividad cerebral y mediciones de la conductancia de la piel para comparar el impacto de los insultos verbales repetidos con los comentarios positivos o neutros. Un insulto parece sentirse como "una mini bofetada en la cara", independientemente del contexto en el que se produzca.
Las palabras también duelen
Los humanos son seres sociales. Nos gustan las relaciones interpersonales e incluso las necesitamos para sobrevivir. Las palabras desempeñan un papel importante en estas relaciones: son la forma en que nos comunicamos y entendemos el comportamiento de los demás. Pero las palabras también pueden hacer daño, aunque todavía sabemos poco sobre el efecto a corto plazo de las palabras. "La forma exacta en que las palabras liberan su carga emocional negativa cuando alguien las oye o las lee aún no está clara", afirma la investigadora Dra. Marijn Struiksma, de la Universidad de Utrecht.
Como los insultos son una amenaza para nuestra reputación y nuestro "yo", son interesantes para la investigación sobre el lenguaje y la emoción. "Es importante entender lo que un insulto hace a la gente cuando se pronuncia. De este modo, descubrimos cómo el lenguaje mueve a las personas y aprendemos a entender los detalles del comportamiento social", dice Struiksma.
El insulto frente al cumplido
Struiksma y sus colegas han estudiado si el procesamiento de un insulto es menos sensible a la repetición que un cumplido y, en caso afirmativo, qué etapas cognitivas intervienen en ello. "Suponemos que los insultos verbales activan una serie de efectos de procesamiento que se suceden rápidamente en el cerebro y que diferentes partes de ellos se ven afectadas por la repetición. Algunos efectos disminuirán rápidamente, mientras que otros permanecerán activos durante mucho tiempo", explica Struiksma.
Se aplicó un electroencefalograma y electrodos para la conductividad de la piel a 79 sujetos de prueba femeninos. A continuación, recibieron comentarios insultantes, elogiosos o neutros. Para investigar si el impacto de las palabras dependía de la persona a la que se refería el comentario, en la mitad de los casos se utilizó el propio nombre del participante y en la otra mitad el nombre de otra persona. No había ninguna interacción real entre los sujetos de la prueba y otras personas. A los participantes se les dijo que las declaraciones eran pronunciadas por tres hombres diferentes.
El dolor permanece
El resultado fue sorprendente: incluso en estas circunstancias no naturales (en un experimento, sin interacción humana real y con personas ficticias) los insultos pueden doler. No importaba de quién fuera el insulto y el dolor permanecía incluso después de que se repitieran los comentarios.
El EEG mostró un efecto muy robusto en la amplitud P2: no importaba quién fuera insultado ni la frecuencia. El P2 dice algo sobre la naturaleza de la actividad cerebral: es una onda cerebral con carga positiva que alcanza su punto máximo 200 milisegundos después del estímulo. Forma parte de los llamados potenciales relacionados con eventos (ERPs). Son respuestas electrofisiológicas del cerebro a los estímulos.
Esto llevó a los investigadores a concluir que los insultos se experimentaban de la misma manera que los pequeños golpes en la cara. Struiksma: "Nuestro estudio demuestra que, incluso en un experimento sin interacción real entre personas, los insultos se sienten como mini bofetadas en la cara. La redacción fuertemente negativa atrae automáticamente la atención del participante, independientemente de la frecuencia con que se produzca".
Atención inmediata
El estudio solo muestra el efecto de un insulto en un entorno artificial. Aunque los participantes reconocieron los insultos como tales, el efecto emocional real pierde fuerza debido a la falta de un contexto. Pero esto hace que los hallazgos sean aún más fuertes: incluso en este escenario, nuestros cerebros muestran una mayor sensibilidad a las palabras negativas que a las positivas. Un insulto atrae inmediatamente la atención de nuestro cerebro, ya que el significado emocional del mismo se recupera de nuestra memoria a largo plazo. Los cumplidos tuvieron un efecto menor. Esto demuestra que los comentarios negativos atraen más la atención de nuestro cerebro que las palabras positivas.
Por lo tanto, un insulto se siente literalmente como una bofetada en el momento en que se escucha el comentario desagradable. Ese efecto se mantiene, aunque se escuche el comentario más a menudo. Es una razón más para ser amable con los demás.
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