No solo la agricultura, sino también la burocracia y los impuestos dieron forma a nuestra civilización.
Los albores de la civilización se asocian con el auge de la agricultura. A medida que la producción de alimentos crecía, también lo hacía la población humana.
Pero los economistas han planteado ahora una hipótesis opuesta, y sugiere que el excedente de alimentos no fue suficiente para pasar de las sociedades de cazadores-recolectores a los estados jerárquicos, a la civilización que conocemos hoy.
Solo cuando los seres humanos empezaron a cultivar alimentos que podían ser fácilmente almacenados, distribuidos, comercializados y gravados, las estructuras sociales empezaron a tomar forma, afirman los investigadores en un estudio publicado en el Journal of Political Economy.
El cultivo esencial que contribuyó al nacimiento de la sociedad moderna, dicen, fue el grano.
¿Los impuestos son la madre del progreso?
Cuando los cazadores y recolectores, que se ganaban la vida recolectando cultivos silvestres y cazando animales, empezaron a cultivar sus propios productos hace 10 000 años, fue el paso más importante hacia la aparición de la civilización.
Esta ruptura del Paleolítico al Neolítico se denomina Revolución Neolítica. Las primeras teorías se basaban en la idea de que las zonas fértiles a lo largo de los cursos de los grandes ríos eran idóneas para los cultivos y, por tanto, para la aparición de las civilizaciones clásicas.
Pero los científicos ya han señalado que hay muchas más culturas primitivas que conocen la agricultura y viven en zonas fértiles, pero que no se convirtieron en civilizaciones completas con estructuras y organizaciones sociales elaboradas. Un nuevo estudio económico sugiere por qué.
No basta con tener agricultores y ganaderos, dice, sino que también hay que tener funcionarios y recaudadores de impuestos que sirvan al gobierno. La civilización se define no solo por los cultivos y los asentamientos permanentes, sino también por las elaboradas jerarquías. En ellas, se necesitan personas que registren y transmitan los conocimientos. Las sociedades agrícolas primitivas existentes sugieren que el mero hecho de cultivar no da lugar a funcionarios, gobiernos o eruditos.
Para ello es necesario cultivar cosechas que puedan almacenarse y redistribuirse fácilmente, escriben los investigadores en un estudio que presenta una perspectiva económica sobre la aparición de estructuras estatales.
"La facilidad de confiscación de los cultivos almacenados, su alta densidad energética y su durabilidad hacen que sean fáciles de apropiar, facilitando la aparición de élites recaudadoras", escriben los autores del estudio.
Los cereales como el trigo, la cebada y el arroz, en particular, estuvieron en el origen de las civilizaciones, dicen. Sobre todo en la región del Creciente Fértil de Oriente Medio, donde los cereales se dan de forma natural, los pueblos tenían más posibilidades de desarrollar sociedades más modernas.
Por otro lado, cultivos como el taro (Malanga, pituca), las batatas (camote, papá dulce) y las papas eran menos importantes para este desarrollo. Las hortalizas de raíz y los tubérculos suelen ser perennes, deben cosecharse en un periodo determinado y también son más difíciles de almacenar. Por lo tanto, las culturas que se centraban en ellas tenían menos probabilidades de convertirse en civilización.
También conocemos civilizaciones de América Central o del Sur que utilizaban tubérculos, pero tanto los mayas como los incas dependían en parte del maíz, un cultivo más cercano en su elaboración y cultivo a los cereales del Viejo Mundo.
Grano, ley, orden
Es un tipo particular de alimento, más que su cantidad, lo que interviene en el surgimiento de la civilización. El hecho de que estos alimentos puedan almacenarse más fácilmente, pero también de que deban cosecharse en determinadas épocas del año, presiona la aparición de acuerdos sociales más complejos.
Los autores del estudio señalan que la aparición de estados se ve facilitada por una situación en la que las cosechas pueden ser fácilmente incautadas. A continuación, se pueden recaudar en forma de impuestos para una mayor redistribución de la riqueza.
"Sin el tipo de alimentos que los individuos de la élite pueden acaparar y proteger, no surgirá ninguna sociedad de dadores y receptores, controlada por la ley y el orden", cita la revista Science Alert a uno de los autores del estudio, el economista Yoram Mayshar, de la Universidad Hebrea de Jerusalén.
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